Me ha costado mucho sentarme a escribirte. Y eso que soy una de las pocas personas aquí que puede hacerlo. ¿A que te resulta extraño que te diga esto? Claro, donde tú vives, lo normal es eso: que la gente sepa escribir, que pueda leer y calcular el precio de las cosas, recibir bien los cambios de sus pagos, ir a la escuela, jugar con mil cosas.... Y, ¿sabes?, aunque eso sea normal para ti, tienes que saber que eso no pasa en todas partes. La mayoría de las personas que vivimos en este planeta no tenemos esas condiciones de vida. Abre los ojos, mira bien, y verás que este mundo es pobre, que tú eres una excepción.
Te conozco bien. Ya sé que no te bastan mis palabras. Conozco vuestro modo de pensar. No bastan ni nuestros rostros en vuestros telediarios, ni nuestras historias ni nuestros paisajes. Necesitáis datos. Pues mira, esto es lo que decís vosotros en vuestros informes oficiales:
- 2.700 millones de personas viven con menos de 2 $ USA diarios, algo así como 1,39 €. Este es el 40% de la población del planeta.
- 800 millones de personas no pueden acceder a la comida necesaria para alimentarse.
- 1.200 millones de personas no tienen acceso al agua potable.
- El 10% de la población mundial disfruta del 70% de las riquezas del planeta.
- El 70% de las personas pobres del planeta son mujeres.
- El 75% de las personas pobres del planeta son campesinos.
- El 50% de la población mundial dispone del 5% del ingreso mundial.
Impresiona, ¿a que sí? Verás, sólo he querido mostrarte cómo decís vosotros que son las cosas. ¿Sabes qué significa esto para nosotros? Que yo me levanto al alba, y cuando lo hago, mi mamá lleva ya horas despierta para hacer el fuego, calentar un poco de frijol y hacer las tortillas con las que voy a desayunar. Eso si tengo suerte y hay bastante en la casa. Si no, un café y caminando a la escuela. Yo no la tengo lejos, llego en media hora, pero algunos de mis compañeros caminan horas para llegar. Eso si no llueve, porque si llueve (y seguro nunca has visto llover como lo hace aquí), es imposible llegar. El maestro sólo viene tres días y medio en semana, y ahí concentra sus horas de clase. Por supuesto, no tenemos materiales escolares. Un lápiz y un cuaderno son tesoros que hay que cuidar con mucho mimo. El resto del tiempo no lo pasamos jugando, o aprendiendo inglés, o haciendo deporte; nos toca colaborar en casa: hay que dar de comer a los animales, ir al monte a por leña, traer el agua, encargarse de los hermanos pequeños o ayudar a los padres en los trabajos del campo. ¿Sabes qué pasa si te pones enfermo? El médico más cercano está a horas de camino. Eso si es que mis padres pueden pagar los medicamentos, que no siempre sucede. Así que mejor ni pensar en ponerse malo.
Así vivimos y crecemos. Esto es lo poco que aprendemos. Y como podemos, salimos adelante. Y ¿sabes?, no te cuento todo esto con rencor. No es un reproche. No te estoy riñendo. Es que necesito que lo sepas, que abras los ojos, que mires y veas, que te fijes bien. Sé que eres una buena persona. Sé que todo esto, como a mí, te queda grande, que escapa a tus posibilidades de actuación. También comprendo que vivas tranquilo porque has logrado justificar tu impotencia. Y sé, cómo no, que tu mirada está limitada a lo que ves todos los días, a la tele y si acaso, al periódico que se lea en tu casa. Pero necesito, necesitamos, algo más.
A mí no me gusta el mundo así. Y no porque me haya tocado nacer de este lado y a ti del otro. Eso no lo elegimos. Nos toca y ya está. Es que esa es la única diferencia real entre tú y yo. Y es profundamente injusta. Y eso lo podemos cambiar. Yo no quiero que mis hijos ni los tuyos nazcan, crezcan y vivan con esa injusticia a sus espaldas. Es verdad que podríamos decidir ignorarla, pero piensa que ya ni siquiera vosotros, en vuestra parte del mundo, escapáis a los estragos que vuestra opulencia está causando en el planeta. Tenemos que poder hacer algo. Si no, seguiremos muriendo a cada paso.
Por eso te escribo, porque se me ha ocurrido una idea. Verás, no podemos decidir de qué lado nacemos. Pero sí podemos decidir del lado de quién estamos. Yo quiero poder contar contigo. Quiero transformar esto, es preciso y urgente hacerlo. Necesito, necesitamos, que abras los ojos. Necesito, necesitamos, que tus manos trabajen con las nuestras para que este mundo en que habitamos destierre para siempre la pobreza. Sólo hace falta voluntad. Todo lo demás ya lo tenemos. Sólo necesito, necesitamos, saber que quieres hacerlo. Que queréis hacerlo. Que queremos hacerlo.
Te estamos esperando. Date prisa. ¡¡Rebélate contra la pobreza!!
Javier M. Contreras, Begoña Ibáñez y Marisa Arza
ACCIÓN VERAPAZ EUSKADI