A propósito de la crisis “histórica” de 2008 (en adelante)
¿Es tan extraño lo que está pasando? ¿Tanto nos sorprende? ¿En serio pensábamos que nuestro sistema económico es sostenible a medio y largo plazo?
Vamos a pararnos un momento, a olvidar la abrumadora cantidad de información que recibimos a diario sobre la crisis y las consecuencias que nos tocan de ella y pensemos un poco. No es muy común este ejercicio, pero hagamos el esfuerzo. Seguro que descubrimos algo que merece la pena saber.
Hace tiempo que sabemos que nuestro sistema económico sufre ciertos “desajustes” que permiten corregirlo y engrasarlo para que siga funcionando un rato más. Cuando eso sucede nos llevamos las manos a la cabeza y, con razón, nos quejamos de que no podemos seguir así. Lo malo es que no nos lo creemos del todo, y en cuanto la cosa se recompone (surgen nuevas industrias, los parados se acomodan a sus subsidios o a las ayudas sociales, los prejubilados aprenden a vivir otra vida y el consumo crece) seguimos encantados atrapados en el mismo modelo económico pensando que algún día quizá tengamos la suerte de ser uno de esos pocos privilegiados que disfrutan de tanto como le falta al resto. Esta es la primera reflexión: este sistema económico, que es como una pirámide con unos pocos privilegiados en la cumbre y muchos desheredados en la base, sólo puede subsistir con nuestra complicidad, con nuestra anuencia y aprobación. Hemos aceptado que todo es posible, que el objetivo es el mayor rendimiento en el menor tiempo, que cualquier cosa es mercancía, es decir, puede ser comprada y vendida, que se trata de crecer, a cualquier precio. Dicho de otro modo: somos una sociedad de piratas, de depredadores autorizados con patente de corso que prestan valiosísimos servicios a quienes detentan el auténtico poder: las grandes corporaciones internacionales. Por poner un ejemplo: ¿Alguien sabe algo de lo que pasa cada día en el Congo, país que tiene la desgracia de albergar en su suelo el 80% de las reservas de coltán del planeta, mineral imprescindible para nuestro actual desarrollo en tecnología electrónica? Hay mil ejemplos más, pero este es especialmente sangrante: ¿quién no usa un móvil, un reproductor mp3 o un ordenador a diario? Ahí lo tenemos: el coltán manchado de sangre en nuestras manos.
Sigamos pensando. Hace tiempo también que sabemos que vivimos en un mundo globalizado. Eso significa muchas cosas: podemos saber qué pasa en cualquier parte, comer comida de casi cualquier lugar, contemplar cualquier remoto rincón del planeta….y significa también que lo que pasa en cualquier parte, aunque no nos enteremos, nos está pasando a nosotros. Y claro, estamos viviendo la primera crisis dentro de un mundo globalizado. Es como un gran juego de esos con fichas de dominó. Alguien empujó una ficha en Estados Unidos, y han ido cayendo una tras otra todas las demás… Aquí hay que pensar muchas cosas, pero hay una especialmente notable: nosotros estamos hablando de la crisis económica financiera, que es la que está afectando a nuestras familias de forma directa…. Pero la crisis también es (lleva meses siéndolo, aunque no nos hayamos enterado) alimentaria y energética (por no tocar de nuevo la climática, que tiene también sus estrechas relaciones con las tres que acabamos de mencionar). La crisis energética nos tocó algo el bolsillo porque se disparó el precio del petróleo y mover nuestros coches, camiones o aviones ya no es tan “barato”. Pero ahora que el precio del petróleo y los carburantes ha vuelto a bajar nos parece que la cosa se ha resuelto. En esto tampoco podemos engañarnos: este es un problema enorme que pone en jaque la forma de vida que se ha implantado en los llamados países desarrollados a lo largo del siglo XX. El petróleo ha subido un 400% en cuatro años. Esto no es una simple y lucrativa maniobra especulativa. Es el síntoma de que estamos alcanzando un límite en la explotación de los recursos del plantea. Y va muy en serio: los expertos piensan que no hay petróleo en el planeta para más de 20 o 30 años en el consumo actual: ¿y si ese consumo crece con la incorporación de la India y China al consumo de gasolinas, por ejemplo?..... La crisis alimentaria sólo nos ha airado: nos ha subido una barbaridad el precio de los alimentos frescos y de la cesta básica, pero no hemos llegado a pasar hambre. Y esto es mucho más serio que la crisis de las hipotecas y el derrumbe de las bolsas, que tampoco es para tomárselo a broma. La gente que sufre directamente la crisis alimentaria no se queja de los precios, sólo se muere de hambre. Directamente. Sin remedio. Y es curioso porque hay quien afirma que en el 2050 habrá en el planeta más del doble de sus actuales habitantes: ¿qué habrá que hacer entonces para que todos puedan alimentarse?
Así que entonces, tenemos que pensar cómo producimos energía y cómo vamos a alimentarnos sin depredar el planeta como lo hemos hecho en el último siglo y medio.
Esta barbaridad global no es sólo injusta, además es insostenible. Ni en la economía, ni en la alimentación ni en la energía podemos mantener esta forma de vida. Se ha roto víctima de su propio afán depredador. Pero la codicia, el pirateo, está tan arraigado que no nos lo extirparemos por las buenas… ¿Alguien conoce a alguno de los responsables del desaguisado? ¿Alguien recuerda que hace poco más de un año el director de la FAO pidió en la ONU 30.000 millones de dólares USA para terminar con el hambre en el mundo y se los negaron, y hace unos meses sólo USA aprobó destinar 200.000 millones de dólares al rescate de los piratas financieros? La cuestión no es sólo de proporciones, es también de sujetos: a quién afecta en un caso y en otro, y en este caso, el número de los afectados por el hambre en el plantea supera con creces al número de afectados por las rentables mentiras de la bolsa.
Son tiempos felices para determinados análisis alternativos. Privatizar los beneficios y socializar las pérdidas es una forma de hacer las cosas propias de piratas. En otro tiempo los piratas eran perseguidos y tenían un punto épico por la valía de sus servicios a los imperios. Hoy la cosa tiene otro cariz. Los piratas han conseguido enseñorearse de los imperios y campar a sus anchas, son los señores del mundo. Y lo que es peor: nos han convencido de que esta es la mejor manera de vivir, de hacer y de “gestionar” las relaciones y la economía. ¡Pirateemos! ¡Triunfemos! ¡Tengamos éxito y llenemos a rebosar cuanto antes nuestras cuentas! Si no lo hacemos nosotros, otros lo harán. Además, si no hacemos las cosas así, será todavía mucho peor. Si no creamos riqueza, no podremos distribuirla……¿A que suenan familiares y convincentes todos estos mensajes?
No están mal los diagnósticos de la situación, los análisis y las predicciones. Pero con esto no basta. Sobre todo urge que nos inventemos la vida de nuevo porque está tan remendada, tan parcheada que ya no aguanta un remiendo más. Decíamos al principio que este sistema sólo subsiste porque le prestamos nuestra aprobación, jugamos en él, con sus reglas, sus valores y sus metas. Pero, ¿y si dejásemos de hacerlo? ¿y si fuésemos capaces de inventar una forma de economía no especulativa, sino justa y responsable en todos sus aspectos, que asumiese que el objetivo no es el inexorable incremento de beneficios? ¿y si aprendiésemos que el objetivo no tiene por qué ser el crecimiento a toda costa? ¿y si nos convenciésemos que necesitamos un cambio radical en el modo de establecer relaciones económicas, productivas, políticas….? ¿y si invirtiésemos todo ese dinero destinado a “salvar el sistema financiero” en educación, salud, industria manufacturera local, investigación, bienestar social? ¿será posible tomarse en serio las teorías económicas que hablan del decrecimiento? ¿reaccionaremos los ciudadanos?
Si no reaccionamos nosotros, no lo harán los beneficiarios de tanta medida de crisis. Quizá sea hora de recuperar el sentido del límite, recordarnos que no todo es posible y que hay muchas cosas que, siendo deseables, hemos decretado imposibles sencillamente porque no son convenientes para los intereses del mundo acomodado. A lo mejor descubrimos que economía, justicia, solidaridad, bien común, desarrollo y muchas otras realidades deseables no son necesariamente incompatibles entre sí. Y puede que a lo mejor nos guste, y descubramos que nos sienta bien, a todos.
¿A qué estamos esperando entonces para explorar, ensayar y adoptar estas nuevas formas de vivir?
Javier Mtnz. Contreras
Ainhoa Díaz
Marisa Arza
Begoña Ibáñez
ACCIÓN VERAPAZ EUSKADI
DELEGACIÓN DE BILBAO