Periódicos, televisiones, internet, radio y redes nos están hablando estos días de Eduardo Galeano. En la mayor parte de los comentarios hay respeto y reconocimiento, en algunos otros hay “puyas” más o menos sutiles (queda fatal criticar abiertamente a alguien que acaba de morir). No ignoramos que se le criticó por alguna de sus posiciones políticas. Nosotros traemos a Eduardo a este rincón de Verapaz porque se lo ha ganado, porque su compromiso con los Derechos Humanos, con la verdad y la justicia han sido palpables hasta su muerte.
Nació en Montevideo y allí ha fallecido a los 74 años de un cáncer de pulmón. Ha sido no sólo escritor, también pensador, periodista, poeta y dibujante (famoso su chanchito). Y también ejerció multitud de oficios para ganarse la vida. Fue a los 31 años cuando escribió “Las venas abiertas de América Latina” y a partir de ahí su vida cambió, fue haciéndose para muchos un reconocido intelectual de la izquierda latinoamericana pero sobre todo un defensor de los de abajo, un defensor de los Derechos Humanos: Artículos, conferencias ( a las que acudían jóvenes en masa) y libros fueron desgranándose a lo largo de los años; sus palabras pausadas y cargadas de vida cotidiana, de detalles sencillos, de reflexión y lecturas, eran recogidas y difundidas por amigos y no tan amigos. Tuvo que exiliarse a Buenos Aires de la dictadura uruguaya y después a España de la dictadura argentina. No ha sido dogmático, era persona abierta a reconocer sus errores, tampoco era sectario, destacaba su independencia. Pero sí fue coherente con sus ideas, tenía una enorme sensibilidad por la injusticia, sobre todo institucional.
Nada mejor para conocerlo que recoger frases suyas muy repetidas a lo largo de los años; reflexiona sobre casi todo, sin dogmas ni ataduras (incluido el fútbol del que era un buen aficionado) :
“Siento que mi patria no tiene fronteras ni en el tiempo ni en el mapa”
“Uno escribe en realidad para la gente, con cuya suerte o mala suerte una se siente identificado, los malcomidos, los mal dormidos, los rebeldes y los humillados de esta Tierra, y la mayoría de ellos no sabe leer”
“La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás”.
“Yo no creo en el partido único porque implica una verdad única. Esa es una gran discrepancia con mis amigos cubanos”.
“La rebeldía proviene del amor, del amor a los demás…”
“El miedo es dañino, mata la esperanza”
“Si la naturaleza fuera banco ya la habrían salvado”
“El mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o puede estar…”
“Es un mundo que te domestica para que desconfíes del prójimo, para que sea una amenaza y nunca una promesa”.
“Estamos en un mundo sometido a la impunidad. La clave está en la impunidad. Es un sistema económico injusto que favorece a una minoría de la minoría. Estamos en un mundo al revés.”
Reclamaba a Dios un mandamiento que decía se le olvidó promulgar: “Amarás a la naturaleza de la que formas parte”
Los premios recibidos por Eduardo Galeano han sido muchos, en su mayoría de universidades de La Habana, El Salvador, Veracruz (México), Córdoba (Argentina) y Buenos Aires. Curiosamente sólo he encontrado un premio europeo: el Stig Dagerman (escritor anarquista) de Suecia, prestigioso galardón de este país. Todo un síntoma ¡qué pena!
Cómo agradecerle a Eduardo Galeano tanto como ha dado? Imposible!
Cómo reconocerlo un poco? Despertando de nuevo, recogiendo este breve escrito de Ventana sobre el error que nos regaló hace ya tiempo:
Ocurrió en el tiempo de las noches largas y los vientos de hielo: una mañana floreció el jazmín del Cabo, en el jardín de mi casa, y el aire frio se impregnó de su aroma, y ese día también floreció el ciruelo y despertaron las tortugas.
Fue un error, y poco duró. Pero gracias al error, el jazmín, el ciruelo y las tortugas pudieron creer que alguna vez se acabará el invierno. Y yo también.
Madrid 16 de abril de 2015
Adriana Sarriés