CONGRESO INTERNACIONAL
LOS DOMINICOS EN LA PROMOCIÓN Y DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS. PASADO, PRESENTE, FUTURO
Salamanca, España
1 – 5 de septiembre de 2016
Declaración final
En este año jubilar del octavo centenario de la Orden de Predicadores, a quien la Iglesia ha confiado la predicación del Evangelio, del 1 al 5 de septiembre, nos hemos reunido en Salamanca (España), 200 frailes, hermanas, laicos, monjas, sacerdotes asociados y jóvenes que ejercemos nuestro apostolado en 50 países de todos los rincones del mundo. Hemos reflexionado sobre cómo nuestra Familia Dominicana puede renovar su misión mediante la promoción y defensa de los derechos humanos.
Si bien la terminología “derechos humanos” es relativamente reciente, en la Iglesia hay una conciencia cada vez mayor de que centrarse en los derechos humanos unifica y afecta a cada uno de los aspectos de nuestro trabajo a favor del respeto y la defensa de la dignidad y la libertad inherentes a cada persona que están en el núcleo de la Buena Noticia que Jesús, la Palabra Encarnada, vino a predicar.
- Las personas y la creación. El respeto de la dignidad humana y la promoción de los derechos humanos son inseparables del respeto y la protección de la Creación en toda su integridad. No puede haber una especie humana próspera, que ejerza los derechos humanos, si los ecosistemas de la Tierra están exhaustos y desprotegidos. Este respeto general por toda la Creación da cuerpo a la comprensión que la Iglesia tiene del “bien común”.
- Justicia y Paz. Los derechos humanos nos permiten traducir el principio de la justicia en compromisos concretos y vinculantes. Los derechos humanos son reconocidos por la comunidad internacional como constitutivos de un orden democrático pacífico. Todas las personas tienen derechos, libertades y responsabilidades, que, a su vez, permiten a cada cual construir un mundo justo y promover la paz.
- Las múltiples dimensiones de los derechos y responsabilidades de cada persona. Los derechos humanos se clasifican actualmente en derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. Se entienden como universales, indivisibles e interdependientes, dentro del respeto a la diversidad cultural. Aun cuando estos principios no se aplican fácilmente en nuestro mundo, se corresponden con el énfasis que la Doctrina Social de la Iglesia pone en la totalidad de la persona.
- Vida intelectual y experiencia. Cada uno de los derechos humanos nos desafía a reconsiderar la finalidad de nuestro estudio y nuestra investigación. Nos llaman a dirigir nuestra actividad intelectual a abordar los significados y las raíces estructurales de las violaciones de la dignidad y la libertad. Solo lograremos centrarnos en esto si escuchamos continuamente, con respeto y compasión, los testimonios de la gente que sufre.
Siguiendo a Jesús y a Domingo, también nosotros somos llamados a predicar esta Buena Noticia de modo que pueda llegar a los corazones de todas las personas: las que sufren, las que están junto a ellas, las que permanecen indiferentes, aquellas que las oprimen y las que abusan del regalo de la creación que Dios nos ha dado.
Por eso, no es accidental que nos reunamos en Salamanca. Deseamos participar del espíritu que inspiró a nuestros hermanos, Pedro de Córdoba, Antonio de Montesinos, Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria y demás frailes del siglo XVI que conformaron la Escuela de Salamanca. Colaborando estrechamente entre ellos, ampliaron el significado de la comunidad humana. Al insistir en la necesidad de reconocer y proteger los derechos de los pueblos originarios del “Nuevo Mundo”, Vitoria, con sus hermanos, puso los fundamentos del Derecho Internacional y mostró la necesidad de una comunidad y cooperación globales, que ha inspirado a los fundadores de las Naciones Unidas, el principal foro existente en la actualidad para la promoción de la justicia y la paz globales.
Al recorrer la historia de nuestra Familia Dominicana, reconocemos que en muchas ocasiones no hemos promovido ni defendido los derechos de todos. Sin embargo, en las distintas épocas y también hoy, reconocemos a muchos hermanos y hermanas que son testigos brillantes de la compasión y defensores de los empobrecidos, los marginados, los oprimidos y defensores de la Tierra.
Reconocemos que aún tenemos un largo camino por delante para llegar a ser verdaderos defensores de lo que sufren, por eso, reunidos en este congreso, nos comprometemos con las siguientes acciones:
- Acoger como parte integral de nuestro carisma dominicano la misión de justicia y paz como constitutiva de la predicación del Evangelio.
- Integrar la Doctrina Social de la Iglesia y la defensa de los derechos humanos en todos los aspectos de la formación de la Familia Dominicana –hermanos, hermanas, monjas, laicos, asociados, fraternidades sacerdotales, jóvenes y otros movimientos y asociaciones.
- Promover el estudio de Laudato Si como medio para enseñar una ecología integral que combine el bienestar de los seres humanos y el de toda la creación.
- Adoptar y promover el Proceso Salamanca, que llama a la Familia Dominicana, a nuestras instituciones educativas y programas de apostolado, a orientar nuestro estudio, investigación, análisis y acción para abordar los desafíos que afronta nuestro mundo, y a crear una sinergia entre nuestra vida intelectual y nuestra vida apostólica.
- Crear y fortalecer redes que permitan la colaboración en todos los niveles de nuestra misión.
- Mejorar nuestras estructuras de comunicación, haciendo uso de las tecnologías modernas de modo eficaz y buscando alternativas cuando sea necesario.
- Desarrollar y fortalecer, a todos los niveles, estructuras que faciliten que la Familia Dominicana trabaje unida para abordar las causas que están en la raíz de la injusticia.
- Fortalecer la presencia dominicana en las Naciones Unidas, asegurando que las voces de quienes sufren abusos en sus derechos humanos sean escuchadas en los niveles más altos, mediante la comunicación de los miembros de la Familia Dominicana que trabajan sobre el terreno, y aumentando los recursos dedicados a esa misión tanto como para proyectos concretos de justicia y paz.
- Ser solidarios con nuestros hermanos y hermanas cuya experiencia de misión es difícil y peligrosa, debido a factores políticos, religiosos o económicos.
- Apoyar, como hicieron nuestros primeros hermanos y hermanas, a quienes asumen posturas proféticas contra las estructuras pecaminosas de poder que oprimen a las personas y violentan la totalidad de la creación.
Al adentrarnos en esta nueva etapa de nuestra historia, pedimos perdón por nuestras muchas omisiones, actitudes y acciones en contra de los derechos humanos que han impedido que la Buena Nueva se difundiese. Confiamos en la gracia de Dios y la efusión del Espíritu Santo para que, inspirados solo por la compasión de Jesús, podamos llegar a ser mensajeros de la Verdad y nuestra predicación pueda llevar esperanza a los millones de víctimas de las violaciones de los derechos humanos y de la Tierra que claman por una Buena Noticia y por un nuevo futuro.