Hace pocos días asistí a una tertulia sobre los desafíos a que nos enfrentamos en la exclusión social y se hizo hincapié en la visión excluyente de nuestra sociedad y otras muchas. Esta visión se concretaría en la lógica del descarte, poblaciones que sobran, excedentes para el “progreso” (por ejemplo: África es necesaria pero los africanos innecesarios). Y emparejada con esa lógica tenemos la cultura de la indiferencia: nada nos atañe, nada nos conmueve. Cultura que se nos mete y nos permite desde las grandes barbaridades de algunos a la pasividad y el silencio de mayorías. Los “buenos” callados.
Y es que no bastan los gestos y mensajes del Papa Francisco; la Iglesia Católica y en general todas las religiones permanecen demasiado calladas en gran parte de los países frente a la vulneración de los derechos de la gente más débil. Silencios, medias frases, textos y prédicas etéreas, posiblemente llenas de buena intención pero que no señalan las grandes vulneraciones de derechos con mensajes claros y repetidos. Religiones que proclaman el amor y la solidaridad, la justicia y la bondad, pero estas hermosas palabras no calan en la realidad de los países. Las llamadas “prácticas religiosas” no se concretan o traducen en la vida social, permanecen cobijadas en la tranquilidad de las buenas conciencias.
Para ser justos también contemplo con respeto, con mucho respeto, movimientos y Organizaciones que ponen todo su trabajo y esfuerzo en reducir causas y consecuencias de los males actuales, de esos daños terribles a seres humanos, a los animales y al planeta en conjunto. Para ellos apoyo y gratitud.
Actualmente promover valores como justicia e igualdad, promover los Derechos Humanos no es lo que luce ni se premia (no sé si alguna vez lució, también es verdad). Podemos “entretenernos” en discutir si en estos tiempos estamos mejor o peor que hace 10, 15 o más años, tendríamos para largo. Pero sí quiero expresar inquietudes que no son por lo desconocido sino por aquello que estamos viendo y viviendo. Las personas pueden ser de una grandeza inmensa, pero también mezquinas, estúpidas, brutas. Y años atrás sabíamos esto pero menos… hoy, con el poder de las tecnologías, TODO se amplía y llega a tener dimensiones inabarcables. Pero con todo y a pesar de todo, sin pretender dogmatizar, creo que podemos afirmar que asistimos a tiempos de involución. Descubrimos la interdependencia de los Derechos Humanos que defendemos en teoría y descubrimos también su precarización… Tenemos ejemplos: grandes movilizaciones promovidas por la jerarquía en pro de la familia y la vida sexual tal como nuestra Iglesia defiende. Y no sé de ninguna otra promovida por problemas tan acuciantes como refugiados, emigrantes, efectos de la crisis en la población más pobre, paro y precarización laboral, desigualdad crecientes entre españoles/as, hambre en el mundo, guerras, comercio de armas, violencia contra la mujer, ecología, etc. etc. Podríamos hablar de “buenismo” a multitud de mensajes, comentarios u homilías que valen para todo tiempo, lugar y circunstancias, pero que dejan las conciencias y la vida colectiva en remansos de paz pero con sociedades a la deriva. Multitudes que responden emocionadas a un programa televisivo a favor de tal o cual causa, partidos a favor de… pero la lógica del descarte, la cultura de la indiferencia , la “espiritualidad” sin mordiente avanzan.
El Evangelio de hoy, de ahora, de este minuto ¿Cuál es?
Bajo el paraguas de esa pregunta y por lo que comento más arriba, me ha sorprendido para bien y he celebrado el “ Comunicado de la Conferencia Episcopal de Guatemala” que el día 19/01/2018 publicó con el título de “Queremos ser testigos de la Verdad” (Cfr. Juan 18,37). Os invito a su lectura completa, es breve y muy claro. Lo encontraréis en Internet fácilmente. Hago simplemente un extracto para que veáis la carga evangélica que contiene:
“… el sistema político vive bajo la dictadura de la corrupción…” “El Organismo Judicial no está a la altura de lo que debe ser…” “El organismo ejecutivo toma algunas decisiones que muestran su incompetencia… para resolver problemas crónicos de la población… atención a la salud y desnutrición crónica infantil, la educación formal, la infraestructuras viales, las reformas del sistema penitenciario, la lucha contra el crimen organizado y el tráfico de drogas, personas y armas.” “Nos preocupa el aumento del empobrecimiento de la población, el flujo migratorio… la violencia, las extorsiones y la existencia de redes políticas y económicas ilícitas…” “Nos desconcierta la falta de cohesión y articulación de los sectores sociales, empresariales, académicos y religiosos para levantar al país” “Sobre cualquier interés particular debe prevalecer el amor por Guatemala” “Desconcierta también la indiferencia de muchos cristianos que se encierran en su mundo religioso” “Desconcierta que muchísimos guatemaltecos no caigan en la cuenta de esta situación” “Ante este panorama … los Obispos de Guatemala, desde nuestra identidad de Pastores y ciudadanos responsables, reafirmamos nuestros deseos y compromiso de colaborar a transformar esta realidad dramática…”
Mensaje claro y apabullante! A todo esto cabe añadir muy poco pero sí quiero señalar que la respuesta a la pregunta que me hacia unas líneas más arriba está bastante clara: el evangelio de hoy como en el de ayer está en aquellos dramas humanos y ecológicos que debemos afrontar unidos y pacíficamente. ¡Qué buena noticia sería un Comunicado similar de nuestros Obispos! Y por supuesto Comunidades Cristianas, parroquias , Congregaciones u Órdenes Religiosas que sumáramos voces señalando los graves problemas y poniéndonos del lado de los más débiles, del lado del Evangelio. Que no nos encerráramos en nuestro mundo religioso como dicen los obispos guatemaltecos. ¡Qué difícil lo veo!
Nuestro agradecimiento a la Conferencia Episcopal de Guatemala por su Comunicado. Deseamos que su trabajo sea coherente con el mismo, que la Palabra se convierta en vida y Jesús se haga una y otra vez presente en Guatemala.
Adriana Sarriés
Febrero 2018