No más fundamentalismo, no más exclusión, no más violencia
Hoy, 11 de enero del 2015, no sólo los manifestantes de la Plaza de la República, todo Paris, toda Francia, toda Europa, todo el mundo civilizado es un clamor y un grito contra la barbarie, contra el odio, contra la violencia, contra el desprecio de la vida humana. Los atentados no han sido sólo ni principalmente contra el derecho a la libre expresión. Han sido atentados contra el valor más sagrado: la vida humana. Las victimas más directas han sido las personas vilmente asesinadas y también sus familiares más cercanos. Pero víctimas de acciones asesinas como éstas somos todos. “Todos somos Charlie”. Como decía aquella clásica obra de teatro: “todos eran mis hijos”.
Pero, ¿por qué? Podemos traer muchos razonamientos, pero no hay respuesta suficiente. Porque el mal perpetrado a sangre fría con armas de fuego contra personas desarmadas e incluso contra un herido indefenso, no tiene lógica humana. Es pura ilógica. No cabe en una cabeza humana y menos en un corazón humano. Sólo es posible cuando se ha perdido la cabeza o no hay corazón.
¿Por qué? Hoy a la raíz de todo esto lo llamamos “fundamentalismo”. Hay fundamentalismos de todos los órdenes: religiosos, políticos, ideológicos… todos ellos con dogmas sagrados, pensamiento único, pretensión de apropiarse la verdad absoluta. Todo esto puede explicar actitudes y conductas intolerantes y violentas, dificultades y conflicto en la convivencia de las personas y de los grupos humanos. Pero no puede explicar tanta violencia. Tiene que haber más que puro fundamentalismo: tiene que haber odio y determinación para acabar con el otro, con el distinto, para convertir al distinto en un enemigo que es preciso eliminar. Tiene que haber algo más para que la mera existencia del otro sea vista como una amenaza para quien se considera único y absoluto. Pero, según las religiones monoteístas, sólo Yahvéh, sólo Allah, sólo el Dios Padre de Jesucristo es UNICO Y ABSOLUTO. Nadie más es único y absoluto. Y, si Dios no existiera, como piensan los ateos, no debe haber nadie único y absoluto.
Tiene que haber más. Además del fundamentalismo que trae consigo la exclusión y la violencia, tiene que haber un “lavado de cerebro”, un cultivo sistemático del odio hasta fabricar corazones de piedra, una deshumanización o una inhumanidad total. De lo contrario, es imposible matar a sangre fría, disparar mirando a los ojos de un policía herido en el suelo, acabar con la vida de personas que sólo manejan la pluma o el lápiz, querer terminar con todo el que piense y sienta humanamente.
Entonces, la pregunta más definitiva es la siguiente: ¿Quiénes son los responsables de esos lavados de cerebro, de crear esos corazones de piedra, de deshumanizar hasta tal punto a los terroristas, incluso a una niña de 10 años como la de Nigeria? Detrás de ese programa de deshumanización de las personas, ¿habrá sólo creencias o ideas absolutas, fundamentalismos religiosos, políticos e ideológicos? ¿O habrá otros intereses? ¿Cuáles son los motivos últimos de esta lucha tan bárbara contra la humanidad, contra el pensamiento, contra el sentimiento, contra la convivencia, en una palabra, contra la vida humana?
Es cierto, tienen que reflexionar y dialogar los líderes religiosos de las distintas religiones. Y también tienen que hacerlo los pensadores y líderes culturales de distintas culturas. Pero también tienen que reflexionar y dialogar muy seriamente los líderes políticos y los líderes económicos, y los que gestionan la economía, el mercado, la banca…
Es muy importante educar para el diálogo, la tolerancia, la convivencia entre diferentes. Es muy importante hacer de las creencias y de las ideas plataformas de diálogo y de convivencia. Pero no basta. Hay que crear condiciones económicas, sociales, políticas… para que no brote en las personas y en los pueblos la indignación total, el resentimiento absoluto, el odio ciego y el disparo contra todo lo que vive y se mueve en el campamento de enfrente. El hambre, la pobreza, la exclusión social… son el caldo de cultivo de muchas violencias irracionales.
Y, dicho esto, sí, es preciso luchar contra cualquier tipo de fundamentalismo, porque nadie es propietario de la verdad absoluta. Ya tiene cada ser humano suficiente con vivir pegado al instinto de la verdad o de sentirse a gusto en su búsqueda.
Como lo sugiere el conocido relato de Lessing: “Con sus dos puños cerrados Dios se dirigió a un rabino y le propuso: En mi mano derecha tengo la verdad absoluta; en mi mano izquierda tengo el instinto de la verdad. Por favor, escoge. Y el rabino contestó: Oh Dios, la verdad absoluta es propiedad tuya, a mi concédeme el instinto de la verdad”.
Quien camina sólo con el instinto de la verdad nunca llegará a ser fundamentalista, nunca excluirá a nadie, y, por supuesto, nunca llegará a esos niveles de violencia y de barbarie contra Charlie ni contra nadie.
Felicísimo Martínez, O.P.