LA UTOPÍA DE UN MUNDO EN PAZ SIGUE SIENDO UN RETO PARA ESTE SIGLO XXI
Naciones Unidas cerró el siglo XX declarando el año 2000 como “Año Internacional de la Cultura de la Paz”. Con aquel motivo, el ex Director General de la UNESCO, Federico Mayor Zaragoza, hacía una invitación general a iniciar el próximo siglo y milenio con un decidido y esperanzado compromiso: “Arranquemos a la turbulenta historia de este siglo una nueva esperanza y dejemos que la rebeldía no violenta, la indocilidad creativa, la insumisión de quienes no se resignan a admitir lo inadmisible, hagan posible la transición al diálogo y a la tolerancia para transformar la cultura de guerra y de violencia en una cultura de paz y conciliación”.
Los buenos deseos para este siglo XXI y el nuevo milenio, que expresaban estas palabras de Mayor Zaragoza, merecen ser recordadas por un doble motivo. Primero, porque el cese de todo tipo de violencias y la instauración, de una convivencia en paz ha sido siempre, y lo sigue siendo hoy, una profunda aspiración humana. Y, segundo, y esto será el reverso de la moneda, porque esta bella aspiración sigue siendo un sueño incumplido y no fácil de alcanzar, como muestran los mil rostros de la violencia, que a diario nos son presentados por los medios de comunicación.
Quizá sea este desfase entre sueño y realidad en la búsqueda de la paz, lo que explique el que en el primer mes de cada año, se renueve la llamada a la paz.
El 1 de enero la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz y en este primer día del año el Romano Pontífice envía a toda la Iglesia y a quienes quieran recibirlo un Mensaje sobre tan importante asunto. El de este año 2013 llevaba por título una de las Bienaventuranzas evangélicas: Bienaventurados los que trabajan por la paz.
Y ya a final del mes, el día 30 de enero, coincidiendo con el aniversario del Mahatma Gandhi, que fue profeta y mártir de la no-violencia, se celebra el Día Escolar de la No-violencia y la Paz .Se trata de una iniciativa lanzada el año 1964 en España por el poeta y pacifista mallorquín Lorenç Vidal 'Vida en apoyo de una educación no-violenta y pacificadora'.
La paz es una tarea humana digna de que se le dediquen todos los esfuerzos. Pero para no errar el objetivo conviene saber lo que se quiere decir cuando se habla de paz. En el libro sobre la vida y el pensamiento de Bernardo Cuesta, que próximamente publicaremos, hay un capítulo que lleva por título: “Rutas hacia la paz y en favor de la vida”, pues a temas como la justicia, la paz y la solidaridad consagró tiempo y sus mejores esfuerzos, desde el campo de la reflexión y de la acción. En él hay un apartado en el que se pregunta expresamente: “¿Qué es la paz?" Nos servimos de lo que allí se dice para expresar lo que creemos se ha de entender por paz.
Siguiendo al Concilio Vaticano II así definía la paz. "La paz no es la mera ausencia de guerra, ni se reduce al sólo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia... La paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar"(GS 78).
En la misma línea, apoyándose en la autoridad de un experto en estos temas, Vicenç Fisas, abundaba en lo que significa este término y lo difícil que resulta alcanzar la paz: “Si la ausencia de guerra podemos denominarla como paz negativa, la ausencia de violencia equivaldría a la paz positiva, en el sentido de justicia social, armonía, satisfacción de las necesidades básicas (supervivencia, bienestar, identidad y libertad), autonomía, diálogo, solidaridad, integración y equidad. Construir la paz, por tanto, significa evitar o reducir todas las expresiones de la violencia, empresa de tamaña magnitud que nos indica a las claras que la paz no es algo alcanzable de la noche a la mañana, sino un proceso, un camino, una referencia... En su afán didáctico, muchos estudios elaborados desde los centros de investigación para la paz suelen referirse a la paz como la conjunción e interacción de varias “D”: desarrollo, derechos humanos, democracia y desarme... La ausencia de cualquiera de estas “D” es un factor de violencia, sea a nivel personal, social o internacional, por lo que la paz bien puede entenderse como el proceso de fortalecimiento de cada uno de estos factores”.
Y perfilaba todavía más el concepto de paz, recordando una palabra de otro autor, no menos experto en el tema, Raimon Panikkar: “la paz es la síntesis de tres experiencias primordiales del hombre: libertad, justicia y armonía... (y el amor como criterio para que se establezca equilibrio entre las tres). La paz es una condición, un espacio necesario para el desarrollo de las posibilidades humanas. La paz no se identifica con la perfección humana. La paz es, más bien, aquella relación que existe entre los hombres y que hace posible la perfección, la felicidad... la salvación” (Panikkar 76-77). Por eso, concluía Bernardo, los tres textos anteriores “van mucho más allá del sentido de la paz entendida como fruto de la seguridad y del orden. Esa es la “paz del estado y de los políticos”, pero la paz de la que hablamos tiene un alcance mucho mayor, que nunca podremos identificar con la “conservación del status quo, entre otras cosas porque es inestable y, sobre todo, injusto”.
En este sentido tiene razón el salmo cuando proclama: “La justicia y la paz se besan” (Sal 84). Y si añadimos la solidaridad el círculo se cierra y se entiende que trabajar por la paz implica trabajar por la justicia y la solidaridad.
El comportamiento de Jesús ante la violencia (Bernardo Cuesta).
Vídeo educativo, promovido por la ONGD SED (HH. Maristas), sobre la importancia de la Paz en nuestra sociedad, coincidiendo con el 30 de enero, día de la Paz y la no violencia en el ámbito escolar, gracias a un personaje histórico que merece la pena conocer.