Os ofrecemos una entrevista a José Miguel Peiro Alba, autor del libro sobre el educador cristiano, El Cristo educador. José Miguel es socio y colaborador de Acción Verapaz. Padre de familia y educador. Bachiller en Teología y Licenciado en Químicas, en Filosofía y en Sociología. También es Máster en Pensamiento Español y Latinoamericano.
¿Qué fue lo que te llevó a escribir este libro?
Creo que esto podría contestarse en buena medida con la dedicatoria del libro. Al hablar de educación y de transmisión de la fe, surge el agradecimiento hacia aquellos a quienes les debemos lo que somos en la vida -en mi caso, mi familia y los dominicos del colegio Virgen de Atocha-, pero también la responsabilidad de estar a la altura con las generaciones venideras, más aún si eres padre o madre.
Por otro lado, es innegable que la educación cristiana está afrontando circunstancias y retos que no resultan fácilmente abordables. Las sensaciones y los resultados de fondo de las instituciones educativas cristianas resultan, como mínimo, inquietantes a muchos niveles y el aspecto religioso o creyente, lejos de ser una excepción, es especialmente preocupante.
Siempre he pensado que este libro llega con veinte años de retraso, pero el hecho de que no apareciese nadie que ofreciera algo similar hizo que, a pesar de mis limitaciones, me decidiera a poner en juego mi experiencia educativa y mi formación intelectual para aportar algo que, al menos, suscitase inquietud en el mundo educativo cristiano. Afortunadamente, aunque no escasean las reacciones tibias, me ilusionan algunos testimonios que me van llegando y me hacen pensar que, si ponemos al Cristo educador en el centro de nuestra misión educativa, quizás no sea tan tarde.
¿Qué novedad crees que puede aportar a un educador?
No sé si es algo providencial, pero últimamente, tanto en el ámbito educativo como en el eclesial y teológico, resuena con frecuencia el verbo ‘despertar’. Me ha impresionado la energía espiritual que puede suscitar algo tan sencillo como leer los evangelios desde una perspectiva educativa. Y por eso creo que el libro puede ser una humilde invitación para beber en las fuentes evangélicas de modo que despierte a muchos educadores, familias e instituciones cristianas que, por alguna razón, estábamos dormidos, desconcertados o acomodados.
También tengo esperanza de que ese despertar, a imagen y semejanza de Jesús de Nazaret, el Cristo educador, repercuta en los aspectos más humanos, pero también en los más divinos de la educación. En concreto, pienso en tres despertares: el esencialmente educativo, por el que una persona con vitalidad, corazón y entrañas de humanidad se hace consciente de que su persona y sus valores tienen mucho que aportar a los niños y los jóvenes de su tiempo; el genuinamente cristiano, que apela a tomar conciencia de lo que supone ser un bautizado, es decir, nada más y nada menos que vivir y educar como si fuésemos otro Cristo; y, por último, el del misterio de la vida y de Dios, por el que el educador cristiano experimenta que es un resucitado, como magistralmente ha señalado en el prólogo X. Pikaza, y que igual que no es posible evangelizar sin ser evangelizado, no es posible educar sin dejarse educar.
¿Por qué pensaste en tener un gesto solidario con la venta de los libros y en concreto con Acción Verapaz?
Me duele decirlo, pero creo que cierta mentalidad empresarial de corte utilitarista y economicista está estrangulando y condicionando en exceso a la educación cristiana. Por eso tenía claro que el mensaje del libro debería ir acompañado de algún gesto significativo y coherente con este problema, ya que, si el dinero se antepone a lo educativo y a lo evangélico, vamos mal.
La primera opción fue ofrecer mi renuncia a los derechos de autor a aquellas editoriales católicas que no querían editar mi libro porque, aunque alababan mi manuscrito, me decían que no resultaría rentable. Pero ni siquiera eso les animó a embarcarse en el proyecto.
Así que cuando me decanté por la autoedición, todo empezó a encajar. Por un lado, mi objetivo era procurar que el libro no fuese deficitario, pero tampoco lucrativo. Por otro lado, justo en ese momento, me llegó el email de Acción Verapaz pidiendo ayuda para el techo de la escuela de Beauséjour (Haití). Que el proyecto fuese en un país tan pobre me conmovió y, al ver que se trataba de un proyecto relacionado con la educación, me pareció que no perdía nada por plantearlo a Acción Verapaz. El resto de la historia me parece que es conocido.
Creo que la educación y el evangelio son sinónimo de servicio al prójimo. Y aunque no deja de ser cierto que activar esta opción solidaria también me ha venido muy bien para la divulgación de El Cristo educador, yo lo vivo desde una clave sinérgica que se menciona en el libro. En una sociedad que con frecuencia se ciega con la competitividad y el individualismo, la catolicidad es una llamada a generar redes fraternas y evangélicas que hagan que todos los aspectos de nuestras instituciones y comunidades cristianas salgan beneficiados. Donde unas personas vieron en un libro un problema de rentabilidad, otras personas son capaces de ver en el mismo libro un don para una editorial, un estímulo evangélico para la educación cristiana y una aportación solidaria para una escuela de Haití. Yo lo veo de la segunda manera y creo que Acción Verapaz también. Por eso os doy las gracias de corazón y me siento orgulloso de formar parte de ella.
El enlace a la web del libro: https://www.elcristoeducador.com/