Nuestro amigo y misionero Rafael Marco, de la Sociedad de Misiones Africanas, nos escribe desde Níger, contando cómo se va desarrollando el proyecto para niños invidentes que se fundó en Gaya. De una humilde idea ha nacido el estar cerca de los más abandonados.
En varias ocasiones os he hablado de los niños invidentes que descubrí en Gaya en una escuela inclusiva de la ciudad. Aquella visita me impactó, además una niña, Hamida, me recitó una poesía, “Mañana la luz” que me llegó al alma. Regresé a esta escuela con cierta frecuencia hasta que la directora me dijo:
- Tendría que ir a ver al inspector
Y fui a ver al inspector de enseñanza y con él ideamos un proyecto de ayuda a esos niños, cinco, de familias muy humildes: alimentación, transporte, ropa, material escolar… que pusimos en funcionamiento con un grupo de voluntarios: algunos maestros de la escuela inclusiva, mi profesor de “songhay” y otros formadores más. Al mismo tiempo me fui informando de la situación de esos niños y descubrí que eran numerosos en la región, sobre todo a causa de la “oncocercosis” o enfermedad de los ríos; también descubrí que esos niños ciegos eran una vergüenza para la familia, poco menos que una maldición y que los ocultaban y encerraban en sus casas privándoles de toda vida social si no fuera para dedicarlos a la mendicidad.
A medida que recibía información me iba implicando cada vez más y se iba dibujando en mi mente un proyecto de ayuda integral con la colaboración de las religiosas que se ocupaban de la escuela católica que tan buenos resultados obtenían. La idea era de crear un centro de acogida y formación para niños invidentes. Finalmente las religiosas desistieron de ese proyecto, pero pude ponerlo en marcha con el grupo inicial de cinco personas que se constituyó en Asociación y ONG: CIES o Centro de Iniciativas y Ayuda Social.
Se alquiló una casa bastante amplia que se fue equipando de mesas, sillas, literas, vajilla, cocina… se organizaron cursos de lectura y escritura Braille, ejercicios de orientación, juegos para invidentes, aprendizaje de instrumentos musicales… todo un laboratorio que se fue montando a lo largo del curso pasado, tanto para los niños como para nosotros, monitores y fundadores, que íbamos descubriendo un mundo nuevo que nos llenaba de ilusión, a unos aprendiendo y a otros contemplando sus emociones.
El curso pasado lo terminaron trece niños y este nuevo lo han iniciado veintiuno de la ciudad de Gaya y de algún pueblecito cercano.
Yo tuve que dejar Gaya y ahora estoy en Dosso, a unos 140 kms, pero por motivos de seguridad no me puedo desplazar aunque sigo en comunicación casi diaria con los responsables del centro. Unos días antes de Navidad, todas las personas que trabajan en él: formadores, acompañantes, responsables vinieron a saludarme a Dosso y celebramos el encuentro, las odiseas pasadas, las dificultades superadas, el esfuerzo realizado y la alegría de haber realizado un sueño que nos llena de un humilde orgullo que nos ensancha el alma.
Una vez en Gaya me enviaron este mensaje que ahora os envío a vosotros.
“Por los más abandonados…”, nos decía nuestro fundador Mons. De Bressillac; éstos sí que lo son. Va por ellos.
Que Dios os colme de bendiciones,
Rafael