Un fin de semana que ha sido todo un regalo
Apenas son las dos del mediodía y ya fuera de la casa donde hemos pasado el fin de semana, algunas de las personas asistentes se resisten a despedirse y deciden continuar compartiendo juntos la comida. Y es que apenas 36 horas antes empezó la formación y desde el principio ha existido una buena sintonía entre los participantes que, junto con el buen hacer de los que han preparado la formación, ha posibilitado que este fin de semana haya sido todo un regalo.
Hemos sido en total 20 personas durante el fin de semana, entre participantes de este año, compañeras del año 2020, a las que la pandemia frustró la formación, organizadoras y personas que han ido aportando experiencias y conocimientos. Han querido compartir este fin de semana con nosotros: miembros de Selvas Amazónicas, religiosas y religiosos de la Familia dominicana, participantes en misiones en años anteriores y la asistencia de dos jóvenes, residentes en el piso de Balimayá.
La mañana del sábado comenzamos presentándonos, lo suficiente para conocer nuestros nombres y despertar las ganas colectivas de seguir descubriéndonos. A continuación, Águeda, en la distancia próxima que ofrece el Zoom y con un vaso de agua junto a ella para calmar la tos, expuso con claridad y rigor, elementos que configuran el concepto de la globalización y sus efectos en nuestro mundo.
Ya por la tarde, realizamos una dinámica en la que sentábamos en el banquillo de los acusados a la globalización y los participantes divididos entre el ministerio fiscal y abogados defensores, sacamos elementos favorables y perjuicios de ésta, en las sociedades. Después de un descanso, Cristina y Juan Manuel, nos presentaron su experiencia de vida como voluntaria y como nacional, en el Departamento del Seibo, en República Dominicana. Posteriormente disfrutamos de la proyección del documental Binta y la gran idea, de Javier Fesser.
Recuperadas las fuerzas que proporciona la cena compartida, terminamos el día con una puesta en común del documental y una dinámica, que nos proponía debatir sobre los estereotipos que tenemos de distintas personas.
Ya el domingo, tuvimos el gusto de que Belén nos propusiera trabajar sobre el concepto de cultura, breves pinceladas sobre su definición para centrar la conversación en la necesidad de conocer y adaptarse a la cultura local, cuando quieres tener una experiencia de voluntariado en otro país. Nos indicó un montón de ejemplos que nos ayudaron a entender cuán importante es tener en cuenta elementos culturales que influyen en las relaciones humanas.
Para terminar la mañana Carmen vino con Idrissa y Souma, dos chicos residentes en el piso de jóvenes migrantes, que la comunidad de Atocha está dinamizando. No dejan indiferente a nadie escuchar, por mucho que hayamos oído situaciones parecidas, la dura experiencia migratoria de aquellos que lo dejan todo y se lanzan al futuro incierto del deseo de una vida mejor en otro país.
No quiero finalizar esta crónica, sin agradecer la hospitalidad de las Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote. La calidez y calidad de la preparación de Gemma, Juan Manuel y Alán. Las experiencias vitales compartidas por Cristina, Belén, Carmen y Águeda. A Idrissa y Souma por compartir con nosotros su historia de vida. A Lola, Ángel, Lorena y Virginia, por unirse a la formación después de dos años de empezarla en 2020. Y, por supuesto, a las compañeras de formación: María (Vecina), María, Lourdes, Clara, Wendy y Ester, a las que, como a tantas otras personas, Dios ha puesto en mi vida como un gran regalo y que espero me ayudan a ser una persona mejor. Con alegría espero el reencuentro de marzo.
Javier Ródenas