Queridos amigos y familiares:
Ya estoy de vuelta en Dosso y me doy cuenta de que no me había ido del todo, al contemplar el rostro sonriente de la gente y sus saludos:
Bienvenido, padre. ¿Cómo está? ¿cómo ha dejado a los suyos? ¿cómo se encuentran? Le ha venido bien este tiempo, se le ve rejuvenecido. Le hemos echado en falta….
Nos hemos echado en falta. Y eso de rejuvenecer… Pero en este par de meses que he pasado en España no he parado de hablaros de ellos en todo momento: los niños de la calle de Niamey, las jovencitas que no han ido a la escuela y ahora tienen la oportunidad de formarse para mayor autonomía, los niños invidentes de Gaya y Dosso que manifiestan una vitalidad extraordinaria cuando se encuentran entre ellos…
Cuando dejé Dosso a mediados de Junio estábamos en pleno estiaje, el viento y la arena se habían llevado todo vestigio de vegetación y nos arrastraban hacia el desierto, tan cerca. Ahora la floresta se ha adueñado de todos los espacios, la hierba ha crecido y ha crecido tanto, que nos llega hasta la cintura y los árboles sacan pecho, brazos y espaldas con actitud conquistadora.
Increíble, parece mentira en un par de meses el cambio que puede experimentar la naturaleza, además nos ha llovido en varias ocasiones en los pocos días que llevo por aquí. Y esto repercute en las personas porque hoy las siento más comunicativas, parlanchinas, más relajadas y de mejor humor; quizá yo también.
Pronto apuntará sus narices el viento del desierto, el harmatam, y entonces empezaremos un nuevo capítulo. Mientras tanto vamos moldeando proyectos para el nuevo curso: mamá Eufrasia, mi profesora de djerma, me dice que empezaremos las clases la semana que viene con la recogida de leyendas songhay, vamos a tener una reunión los responsables de los centros de invidentes de Gaya y Dosso con el fin de coordinar nuestras actividades, estamos pensando en las comunidades de base de la ciudad, un programa de formación, el grupo de jóvenes, la coordinación de las corales… en fin, que trabajo no nos va a faltar.
Y aquí estamos algunos de la reunión de Gaya y Dosso, como unos niños la mañana de Reyes, contemplando los regalos, los ojos bien abiertos y controlando la emoción. Tuve suerte, venía cargado con tres maletones, repletos de cosas para los niños invidentes: balones sonoros, regletas y punzones, mapas en relieve, juegos de ajedrez o domino, cartas españolas, bastones… Gracias a que llegamos a Niamey a las dos de la mañana y los aduaneros estaban dormidos o hicieron la vista gorda; finalmente todo se pasó bien y yo pude respirar, pero había tenido mis congojos.
Así nos pone Dios a prueba con su humor particular, para después poder ir silbando al caminar, sin que a menudo nos demos cuenta. A ver si es así, ya os contaré.
Un abrazo fuerte
Rafael