Durante este tiempo de cuaresma he querido detenerme en el viacrucis que recorremos todos los viernes en Dosso, y me ha venido a la mente ese otro sendero interior de largos años que lo trasiega y destila a medida que voy musitando las oraciones hasta que se dibuja en el rostro una sonrisa de aceptación.
1.- La primera estación la recojo de las palabras con que empezó el padre Anthony el retiro que nos dirigió la semana pasada: “Nos puede llegar lo peor” haciendo referencia a la importancia de la formación de los seglares porque es posible que la labor de los sacerdotes se vea dificultada o impedida, “ya conocéis el secuestro de nuestro compañero Pier Luigi durante dos años o el tiroteo que sufrió el padre Nicaise, del que todavía se está recuperando”.
Viacrucis en Bomwanga con Pier Luigi Maccalli al fondo
2.- Somos conscientes de que la sociedad nigerina, 98% musulmana, se está radicalizando después de la quema de iglesias de 2015, y la propaganda yihadista que ha seguido que nos muestra cada vez más una actitud de cierta hostilidad, al menos displicencia, incomprensible hace pocos años.
3.- Ha surgido en todo el Sahel una violencia yihadista y terrorista y con ello un clima social nuevo. En Niger son más de 350.000 personas desplazadas, sobre todo cristianos, y otros tantos emigrantes de los países vecinos que han tenido que abandonar sus tierras, casas y pueblos para refugiarse en lugares protegidos. Las comunidades y organismos cristianos están haciendo un esfuerzo enorme (los otros también, pero ellos especialmente, como siempre, en Niger) de ayuda y cercanía.
4.- Pier Luigi, compañero con el que trabajé en varios proyectos y que estuvo secuestrado en el desierto durante dos años (2018-2020) me comentaba que allí había descubierto un aspecto desconocido de Dios, su ternura en medio del dolor y la soledad.
5.- Es verdad que, dentro de estos trances de inseguridad e incertidumbre, una palabra consoladora, un gesto de solidaridad son agua de mayo para el ánimo y el alma que los elevan y hasta llegan a abrazarlos con orgullo
6.- La mayor parte de los miembros de la comunidad de Dosso somos emigrantes, hijos de un judío errante. Me suenan sus palabras, puedo interpretar sus gestos y expresiones, entienden mis proverbios y relatos; benineses con los que he convivido alrededor de cuarenta años
7.- Son los niños los que cunden en Niger. Una nigerina tiene una media de siete hijos. Se han adueñado de la ciudad y no hay reunión o celebración donde no se les oiga. Yo me he fijado en los invidentes y en los de la calle; a unos se les esconde y los otros salen por la noche por todas sus grietas y se adueñan de ella.
8.- Cómo os consolaría yo… Será con tu presencia hasta llegar a descubrir que contemplar el mundo desde Niger, el más pobre de todos, es un privilegio para así ir a lo esencial, a lo que procura vida, da sentido y merece la pena.
9.- Son las comunidades de Makalondi, Bomuanga, Kankani…las que más han sufrido, pero también son las más vivas, las que mejor se están organizando y provocan nuestra admiración, solidaridad y ánimo.
10.- Finalmente, el miedo ha desaparecido de mi corazón. El miedo a salir, a darme a conocer, a que sepan que soy cristiano, a llevar la cruz y dar mi nombre de pila… se ha esfumado como por encanto y me siento agradecido de la fe que Dios me ha dado.
11.- Clavado a la cruz por amor, por amor a un pueblo, a unos hombres. a una cultura, a unas tradiciones y sabiduría y hasta a una manera de vestir y dar la mano, saludar, recibir una invitación. Y de allí ya no me bajo.
12.- Sin darme cuenta he aprendido a caminar por ese camino que he ido descubriendo a lo largo de los años y de las personas con las que me he encontrado, a pesar de todas las reticencias, dudas e infidelidades propias y ahora hasta logro comprender que la plenitud es posible.
13.- Y así me he ido desprendiendo consciente o inconscientemente de multitud de cosas, proyectos y pertenencias. Ahora constato que no me queda nada, desasido, que sigo con las manos vacías, aunque menos tensionadas y afanosas.
14.- Observando el paso de los días, entre unos hombres de una cultura antigua con los que he convivido largos años, he descubierto una tierra nueva, unos hombres nuevos y allí he plantado mi tienda que hoy es mi nueva patria.
Después de recorrer allí muchos caminos y descubrir la acción de Dios en los hombres que acogieron la Buena Nueva he ido percibiendo una profunda transformación en mi vida a medida que iba creciendo el amor por esa tierra, esos hombres y Dios que está al origen de esta andadura.
Rafael Marco - de la Sociedad de Misiones Africanas, en Níger