¿POR QUÉ OS ANIMO A VOTAR?
Me he planteado en los últimos meses, y especialmente en los últimos días, las votaciones que se aproximan. Traigo mi reflexión a Verapaz, Organización que potencia la cooperación y desarrollo de los pueblos más necesitados. ¿A qué viene esto? ¿es, como suele decirse, meter el tema con calzador? ¿es empeñarme en un tema con escaso sentido en y para nuestra ONG? Creo que no, sinceramente. Nos compete, nos implica porque ésta y cualquier otra sociedad nos interpelan. Tenéis la palabra.
Partiré de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su art. 21 1-2-3. Os invito a repasarlo, a sacar el documento de ese rinconcito donde lo habéis guardado. Porque para Verapaz esta Declaración Universal es transversal en su trabajo, empapa sus decisiones y su acción de cada día. Y eso no es poco. El artículo nos plantea claramente el valor y la importancia de nuestro voto; expresa que la voluntad ciudadana es la base del poder público. Y abre, de par en par, los elementos que constituyen una sociedad democrática: derecho a la participación, condición (y derecho) a la igualdad y libertad de voto.
Pero entramos en otro terreno: la democracia es frágil, no se instaura, crece, avanza y mejora de manera automática, vamos descubriendo su complejidad cada día. Hemos aprendido que la democracia tiene mucho de PALABRA, de diálogo y negociación entre quienes no piensan igual, no pensamos igual. Esta es su esencia. Y hay otro problema: ¿Qué alternativas reales existen a una democracia imperfecta? Pues las que van cogiendo relevancia: el totalitarismo o la dictadura, pura y simplemente. Todos podríamos hacer una lista de países para ilustrarlo. Y si no apuntalamos la democracia participando, abrimos el camino a las otras alternativas.
En los últimos años han aumentado en las encuestas las personas que NO consideran tan importante vivir en un régimen democrático. Les parece, poco menos, que una farsa, han perdido la confianza en las Instituciones (¿en abstracto?), en los partidos, en los políticos, quizá en la política. Apuntan con escasos matices al desengaño, a la desilusión dentro de un proceso que nos destapa con frecuencia corrupciones y desigualdad creciente. Es posible que parte se deba a la clase política que día sí y día también nos proyectan crispación, insulto y polarización de bloques. No son únicamente las diferencias ideológica, es algo más: carencia o escasez de ética política, de respeto al adversario, de verdad y honestidad política.
Hasta hace unos años trascendían menos sus enfrentamientos, ahora las formas han cambiado y las redes multiplican estos hechos a velocidad de vértigo (en muchos casos se preparan, se elaboran y lanzan bulos, etc.) Todo esto tensa el ambiente y posiblemente nos contagia a la gente de a pie. Yo experimento mucho cansancio y mucha pena, no sé si a vosotros os ocurre algo parecido.
Creo también que estamos rebajando la democracia; hay personas que concluyen que sus imperfecciones y desafíos no tienen solución ni futuro. Dicho de otro modo: da igual votar o abstenerse ¡qué más da si la igualdad política no es real y sí lo es la desigualdad económica!
¿Hemos perdido la ilusión? Posiblemente. Pero lo que no podemos perder es la reflexión y el razonamiento. Me estoy permitiendo hacer mi propia reflexión, sin otra intención que compartirla. Y apunto ahora, con simples pinceladas, cómo en estos 45 últimos años hemos cambiado este país: Los derechos civiles (a pesar del retroceso de la Ley Mordaza), las condiciones básicas de vida, las protecciones sociales, la esperanza de vida, la salud, la Justicia, los transportes, la educación en todas sus escalas, el tejido empresarial, la investigación, el deporte, los Servicios Sociales, el urbanismo, etc. etc.
Este reconocimiento no pretende ser un escondite a lo mucho que queda por hacer, ni a los nuevos desafíos. Ni mucho menos. Es demasiado largo y complejo el futuro, como para desentendernos de él, por difícil que pueda ser. Señalo sólo los grandes temas: La escandalosa desigualdad, la vivienda que asfixia especialmente a nuestros jóvenes, la crisis climática que algunos quieren negar, el Sistema Sanitario que se tambalea especialmente en la Atención Primaria y que muchos quieren su debilidad y fomentar los conciertos con instituciones privadas, el estancamiento de las Residencias Públicas para Personas Mayores con el consiguiente crecimiento de las privadas y la escasísima revisión de los modelos de cuidados… Podríamos seguir.
Reconozcamos una obviedad: el voto no es el milagro. Es una parte del proceso social y político. La abstención por desacuerdos con los políticos y políticas o con la política, es una opción legítima pero no cambia las cosas. Aseguran bastantes estudios que favorece a las corrientes más conservadoras. Y esta constatación hay que tenerla en cuenta.
Os animo a votar. Y os envío mi saludo y gratitud por leer esta reflexión.
Adriana Sarriés
Madrid, mayo de 2023