Testimonio de Eric, responsable de nuestra misión en Gaya (Níger), la institución “Kaariyan ma dumi” ("que la luz permanezca"). Está desde el principio de nuestra aventura, era mi profesor de “songhay” en Gaya, la lengua de aquel gran imperio africano, y juntos iniciamos este proyecto. Un abrazo, Rafael Marco (de la Sociedad de Misiones Africanas)
Mi testimonio
¡¡¡Hola!!! Es grande mi alegría esta mañana al escribirles. Después de un largo silencio, vuelvo a hacerlo. Hoy me gustaría dar mi testimonio, después de cinco años de trabajar con los niños ciegos, en Gaya. Partiendo de la nada, ahora me he convertido en una fuente de información para los demás. Iniciado en enero de 2020, en Gaya, gracias al Padre Rafael, aprendí a amar a estos niños con todo mi corazón. Al principio lo vi como una historia imaginaria, pero luego, con el aliento del padre Rafael y de un amigo mío, juez en Gaya, me di cuenta de que esa era mi vocación.
Convertido en padre
Hoy, un día sin estos niños me parece costoso y sin sustancia. Su sonrisa diaria aumenta mi alegría. He aprendido a familiarizarme con estos niños, que, cada vez que sienten mi presencia, se alegran. Mi misión no es solo ayudarles a ser independientes, sino- sobre todo - a que vivan como cualquier otro niño de la sociedad y de su edad. Me he convertido en un padre, en un amigo, en un confidente. Entre nosotros no hay un líder, ellos son los verdaderos líderes.
Por ejemplo, el lunes pasado fui al ayuntamiento, a pedir la partida de nacimiento de un niño ciego que, desde su nacimiento, sus padres descuidaron este documento, tan importante para este niño. Tal y como ha previsto la ley, es el padre del niño el que debe ir a recoger el documento, a pesar de que fui yo el que hizo todas las gestiones hasta obtenerlo. Desafortunadamente el padre del niño no vino ese día a buscarlo, así que acompañé al niño a la alcaldía para recoger el documento; entonces, para mi gran sorpresa cuando el alcalde le hizo la pregunta: ¿Quién es este señor que te acompaña para ti?
El niño respondió: Este señor es mi papá.
El alcalde, como me conocía, me miró sonriente y me dijo:
- "Eric, la alegría que da la vida a estos niños, está en tus manos. Nunca dejes que alguien te diga lo contrario para desanimarte, sólo Dios puede recompensarte".
Me dieron ganas de llorar, pero bueno...
Hoy estoy comprometido a darlo todo por ellos, porque ellos son mi vida.
Que Dios nos ayude a todos y nos dé el valor y la fuerza para cumplir juntos esta misión.
Eric, de Gaya