Rafael Marco, Misionero de la Sociedad de Misiones Africanas, nos escribe para contarnos que ha recibido un Premio. Nos lo cuenta así:
Madrid, 11 de diciembre de 2024
Queridos amigos, familiares y colaboradores,
Me da cierto reparo hablaros del premio que me concedieron a primeros de mes en Zaragoza “La mesa por los discapacitados”, organizado por el apostolado seglar de la diócesis por el trabajo que estamos realizando con los niños invidentes de Niger.
No vengo ahora a presumir, y menos ante vosotros, sino a ofreceros con toda humildad el mensaje que he ido recogiendo de estos niños desde lo más profundo de su indigencia al contemplar su transformación, su alegría y elplenos impulso que demuestran a la atención que les hemos podido prestar y la formación que les hemos podido ofrecer.
Son ellos los que más nos animan a trabajar, a buscar medios y las mejores soluciones por su autonomía y dignidad con su sonrisa, sus gestos de cariño y agradecimiento. Son los más pobres en el país más pobre, y eso se nota y cuenta.
Son estos niños los que nos enseñan, sin saberlo, lo más profundo y rico de nuestra vocación misionera.
Contemplando a nuestros predecesores que se han desvivido por los pueblos más abandonados de África y jubilados ya, contemplamos sus rostros plenos, felices que han sido iluminados por esos hombres. Este fue el mensaje, el discurso que dí a los que me dieron el premio y que ahora os envío adjunto.
Aprovecho la ocasión para felicitaros en estas fiestas de Navidad. Que el Señor os colme de sus bendiciones y de su luz.
Un abrazo fuerte, Rafael. Os comparto el discurso que hablé en la recogida del Premio.
Los pobres nos evangelizan
Buenas tardes, autoridades civiles y eclesiásticas, a los responsables de la “Mesa por los discapacitados” y amigos todos aquí presentes:
Soy un misionero en África y como tal, anuncio el mensaje de Jesús a los pueblos más abandonados y de los que también aprendo. En Gaya, Níger, conocí a unos niños invidentes en una escuela inclusiva y una niña invidente, Hamida, me recitaba una poesía:
Mañana la luz, sí, mañana la luz.
Buenos días, Níger, mi país.
Bello y fascinante, aunque no te vea,
Mi corazón sí que te ve.
Hoy voy a la escuela. Es mi luz
Y mañana trabajaré con todas mis compañeras por mi bello país.
Tendré un trabajo y me esforzaré.
Ayúdame a encontrar la luz
Eso me contaba hace cinco años y el año pasado se acercó a saludarme y añadió:
- Padre, quiero ser enfermera.
- ¿Y por qué quieres ser enfermera, Hamida?
- Porque sé que hay muchos niños de los que nadie se ocupa y yo quiero trabajar por ellos.
Hay varias cosas que querría resaltar:
- Hamida es una niña invidente, marginada por sus padres y la sociedad, la expresión de la maldición de los dioses.
- Ella ve con el corazón y así contemplar a su país y serle útil.
Hamida manifiesta su proyecto: con el corazón ser útil a los demás. Ha vivido su experiencia de marginación y quiere salir de ella a través de su formación y trabajar por los niños marginados, es decir, construir un mundo mejor para ellos, haciéndose eco de su situación.
Por otro lado, al principio de este verano, contemplé la exposición de pintura de la hermana Isabel Guerra, cisterciense, la pintora de la luz. El título de la exposición era: La luz increada. En ella nos venía a explicar su tensión por observar y plasmar la luz que surge espontáneamente de los objetos, paisajes, el rostro de las personas con el fin de descubrir la Belleza y la Verdad. Y lo hace con una fuerza y sabiduría increíbles; hasta tal punto que a medida que observaba y admiraba sus cuadros me venía a la mente el rostro de los niños invidentes de Dosso y Gaya, así como la poesía de Hamida.
Hace dos domingos celebrábamos el día de los pobres. “Los pobres nos evangelizan”. Todo un proceso espiritual que Hamida me ofrecía como el de la hermana cisterciense que querría poner en relieve para meditarlo y que os presento.
Muchas gracias a todos y en especial a “Acción Social” de la CAI que nos viene ayudando desde hace muchos años.
Rafael