¿Un libro ayuda a triunfar…? No.
Pero desbroza el camino de la identidad
y de la amistad
Salus Mateos, dominico
“Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros”.
San Agustín.
Se ha puesto de moda la expresión “A día de hoy”, -la RAE pide evitar utilizarla- cuando lo normal es decir “hoy en día”, “en la actualidad”; pues bien, en la actualidad lo que “lo que no se publicita, no se vende”. Déjenme que publicite un libro de alguien cercano, dominico.
El director de Amigos de Fray Martín acaba de autoeditar un libro muy personal. Tiene la solera de los años de espera hasta poder ver la luz, y como todo lo que tiene solera no ha perdido sabor y frescura; al contrario. Lo que escribe le ocurrió, lo vivió, lo escribió hace diez años. Cada Desayuno se lo enviaba por correo electrónico a 75 amigos de aquí y acullá. Ellos le han insistido en publicarlos para que no se perdiesen. Lo ha dejado reposar, macerar y aquilatar, casi podríamos decir en una palabra que su antiguo profesor le sugirió cuando estudiaba pedagogía: alquitarar y que él suele utilizar con frecuencia. Un libro alquitarado en medio de las copiosas situaciones que nos cuenta. Estoy hablando de “Desayunos educativo pastorales. El amor con humor se paga”.
La acuarela de H. Hesse en la portada nos sitúa en el propósito del libro: una iglesia, una escuela, un vecindario. Hesse la titula: “Gehöfre am Weinberg”, “Granja junto al viñedo”.
Tanto el título del libro como el subtítulo tienen su trasfondo que uno va descubriendo en la lectura. Son 100 desayunos, cien días en que va contando lo que hace, lo que ve, lo que lee, lo que ora, lo que comparte, lo que encuentra a su paso por la vida educativa y pastoral, con una enorme sinceridad, propias de quien ya no tiene casi nada que perder, tampoco casi nada que ganar.
Todos recordamos aquellas tiendas en las que se anunciaba el “todo a cien”, o esos aperitivos de “cien montaditos” o cuando un gobierno o cualquier cargo elegido pasan por el tamiz de los “cien primeros días”. Lo que no se haya hecho en cien días, es muy probable que no se haga porque la vida pierde fuelle. Estos 100 Desayunos educativo pastorales nos dan la idea de lo que un educador y dominico ha hecho en el pasado – hoy jubilado- y que ha marcado una parte de su existencia.
De un dominico siempre se espera que escriba algún sesudo “tratado”. Pues bien, tales Desayunos educativo pastorales no son un “tratado” de educación ni de pastoral. Pero sí tratan con soltura y gracia de la buena muchos aspectos de la vida caminada, viajada, pateada mundo a través, de muchas formas y maneras por el autor, José A. Solórzano, dominico peculiar, educador con fundamento, persona muy libre y a la vez, por eso mismo, muy dócil, aunque no lo parezca, como queda de manifiesto en la ágil “presentación de amiga, claro” de Mª Victoria Moya, que le conoce bien. Sto. Tomas de Aquino dice que “el conocimiento lleva al amor”. No siempre. Porque si el conocimiento no lleva a la amistad, para qué conocerse. Aunque a veces, el conocimiento también lleva a la enemistad o a la indiferencia.
El libro, un espejo en el camino
Alguien puede pensar que el autor es un hombre difícil o beligerante, pero no es verdad. Hace falta conocerlo más a fondo, aunque tampoco tanto. No es nada alambicado. La naturalidad sin retorcimiento nunca es fácil de aceptar. No hay anarquismo alguno en J.A. Solórzano; hay mucha libertad de espíritu, sabiendo conjugar la difícil justa medida en cada situación, in medio virtus. Ya decía Cervantes: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Algo de ello encontramos en los Desayunos del Solo; quizá por eso da cierto cuitado tratar con él… hasta que se le trata.
Le atribuyen a Sthendal una definición de la novela que bien puede aplicarse a estos Desayunos del Solo, así lo llamamos, porque su apellido es largo y esdrújulo: “La novela es un espejo paseando a lo largo del camino”; espejo que el escritor pasea según sus preferencias. Cada día es un espejo que refleja lo que el autor siente, piensa, reza, observa y nos lo cuenta sin pudor, porque no tiene nada que ocultar. Detrás de los cien desayunos/espejo hay mucho azogue, metal precioso que ayuda al cristal a reflejar la vida.
Eso es lo que hace el Solo: reflejar la vida, la suya y la de algunos que le acompañan en su andadura narrativa. Porque son muchos los coautores de este compendio educativo y pastoral con humor. El libro bien podría ser una novela y cada Desayuno, un capítulo. Pero no es una novela, no; son retazos de una vida intensa, poco común. A veces viaja solo, pero no siempre. A veces come solo, -aunque comparta la mesa-, pero no siempre. A veces lee un libro solo, pero pronto lo intercambia con otros. A veces va al cine o al teatro solo, pero no siempre y no tarda en invitar. A veces va a una exposición solo y calla, o cena con alguien y no lo cuenta… En fin, Solo es muy solo, o muy solitario, pero eso sí, solitario solidario, fórmula que copia de A. Gala. Siempre “desayuna solo”, pero en el trasfondo hay alguien, Alguien, como nos dice al inicio. Solo nunca está solo, aunque mide y marca bien la distancia, que no es sinónimo de lejanía, para que no le invadan el terreno amplio en el que se mueve y en el que caben muchos otros, celoso como es de su intimidad. Y en ese amplio espacio, el silencio; es su arma más certera. Por eso desconcierta en el concierto de la convivencia. Mejor no saber lo que piensa.
Cada desayuno es el tiempo previo al comenzar la jornada que le posibilita pensar, orar, informarse, enfrentarse al día por delante. Y siempre lo hace con ganas, con humor; por eso cambia la frase de S. Juan de la Cruz “el amor con amor se paga” por “el amor con humor se paga”, que vienen a ser lo mismo, conjugando así amor y humor, manejados sin ironía hiriente, salvo para aquellos que se sientan molestos porque, por lo general, no tienen ningún sentido del humor y piensan que es ironía fina e hiriente. Nada de eso. Confundir humor e ironía es un fallo grande.
Su lectura gratifica. Son pequeñas meditaciones diarias. Parece un libro de meditaciones; de hecho, puede serlo; o un libro bitácora, algo de ello tiene. Entonces, ¿qué es?, diría que se parece a un “vademecum” (palabra en desuso) en el que podemos encontrar muchos aspectos vitales; es un libro de la vida, de la suya propia, y de la de muchos en derredor. Él dice que es un divertimento. Creo que se lee y disfruta muy bien. Se lo aconsejo a ustedes. Búsquenlo (no lo encontrarán en las librerías). Pídanselo. Cómprenlo, porque es para una buena causa educativa en la ONG “Acción Verapaz” de los dominicos, sea mucho o poco lo que se obtenga. Seguro que, conociendo su generosidad, aportará bastante más de lo recaudado. Solo es un manirroto según los cánones al uso de la “hermana pobreza”, que para él es más bien, la “prima pobreza”; sabe que todo lo que se da y comparte, regresa.
El autor, con ayuda de amigos, ha podido autoeditarlo. Son 440 págs, que vende a 18 €; a él le ha costado 15€ cada ejemplar. ¡Lo que se puede hacer con el “monto” de tres euros sumados uno tras otro! Si lo tiene que enviar por correo -ya sabemos los precios desorbitados de correos- cuesta algo más. Su dirección de e-mail es: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.; sean pacientes para recibirlo. Escríbanle con confianza. Es de los que siempre contesta. La presentación del libro celebradas en Valladolid, día 20 marzo, y en Oviedo, 23 de abril, día de Cervantes y día del libro -¡quijote él!- casi han acabado con la primera edición. Es este caso, la prisa en adquirirlo es buena consejera.
100 Desayunos a la carta
En estos cien desayunos encontrará de todo. Los hay más largos, más cortos, más densos, pero siempre son verdaderos, sinceros. sugerentes, alegres, tristes y a ratos melancólicos, porque el autor lo es, también a ratos como casi todo romántico de la vida. Decía el suizo Amiel que “el arte de sugerir es la gran finura pedagógica”. Solórzano (Solo) sugiere, nunca dice cómo se debe actuar. El que quiera entender, que entienda.
Sus Desayunos son una invitación/provocación (y digo bien pro-vocación, porque la vocación pro algo o pro Alguien es uno de sus temas preferidos) a que nosotros escribamos, recojamos en nuestro cuadernillo personal o en un documento del ordenador lo que vivimos, sentimos y hacemos. Es cuestión de dedicarle un tiempo cada semana. Casi todos tenemos un cuadernillo donde apuntamos, para no olvidar, lo positivo y las afrentas.
Esa idea tan manida del diálogo fe-cultura en Solo no tiene cabida, ni le preocupa, le resulta irrisorio, porque es algo consustancial en él. Las cuatro citas iniciales de los Desayunos lo dicen todo; nos dan la clave y las pistas de lectura para conocer al autor, porque, sin duda, la cultura literaria y libresca, junto a otros saberes de actualidad que el autor va desgranando, es abundante y fiable. Les transcribo una de ellas: “Sólo con quien te ama te puedes mostrar débil sin provocar una reacción de fuerza” (Theodor Adorno).
El autor, viejo lector de J. L.Borges, ¡no digamos de H. Hesse! está de acuerdo con él cuando escribe: “El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo”. Casi nada es obligatorio en la vida, pero leer… sino se hace, se nota. Todo lo que Solo nos cuenta como si no quisiera contarlo, queriendo, hacen de él el predicador que se ha hecho a fuego lento, aunque pudiera parecer que todo en él se ha fraguado a la carrera. Y no. Hay muchas horas detrás, doy fe, de silencio, estudio, lecturas, conversaciones, intercambios, oración y escucha, de lo contrario no le hubiera sido posible llevar el ritmo que Solo ha llevado. Eso sí, debería caminar más. Se está volviendo muy torpe. La artrosis, dice… Ha sabido y sabe conjugar eso tan dominicano de la acción y la contemplación. Da fe de lo que Sto. Tomás de Aquino escribía: “Los que han sido llamados a la acción, se equivocarían si pensasen que están dispensados de la vida contemplativa”. Solo no ha abusado de la “ley de la dispensa” que entre los dominicos suele darse, aunque a veces se ha acogido a ella, por libertad, con libertad responsable.
Un buen libro para leer poco a poco; con dos Desayunos al día, es suficiente. Se lo pasará bien. Algunos son de antología. No les señalo cuáles, pero no me resisto: el de la “Estola” y la coda final, p. 425-430; tiene el alma propia del predicador itinerante. No comience por aquí.