En la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU está explícitamente reconocido el derecho de los ciudadanos participar, a decir su palabra sobre los asuntos públicos, a interesarse por cómo funcionan las cosas dentro de su comunidad política, para disentir si fuese el caso o aportar ideas y alternativas sobre la forma de organizar las cosas dentro de su comunidad política.
Más aún, en la Declaración se reconoce que quienes gobiernan reciben su autoridad del pueblo, al que reconoce como depositario primario del poder o potestad. De esto derivan dos consecuencias.Primera, los gobernantes han de ejercer su función en beneficio del conjunto de aquellos que gobiernan, de los que son representantes y delegados en el ejercicio de su función y escuchando, por tanto, siempre la voluntad del pueblo, que no se expresa sólo en el voto, sino que se puede hacer de otras muchas maneras.
Es curioso observar lo poco que agrada a los gobernantes de turno que los gobernados expresen públicamente, de manera organizada y pacífica, el disentimiento a sus decisiones y medidas. Y más curioso todavía escuchar cómo algunos gobernantes pretenden desacreditar las manifestaciones populares acusándolas de ‘políticas’, olvidando que tales manifestaciones no sólo pueden, sino que deben ser políticas, es decir, deben proponerse como fin la incidencia en el funcionamiento de los asuntos públicos y el deseo legítimo de forzar a los gobernantes a cambiar en lo que se considere oportuno. Tales expresiones reflejan una pobre concepción de la política y parecen dar a entender que sólo a través del voto se puede expresar la voluntad ciudadana. Esto contraría claramente lo que se dice en la Declaración de la ONU sobre el sujeto primero de la potestad en cualquier comunidad política democrática.
La segunda consecuencia, a la que se refiere el comentario que sigue, busca ampliar el concepto de participación política, alertando a los ciudadanos para que no bajen la guardia en el ejercicio legítimo del control de la actuación de los gobernantes. ¿Acaso la multiplicación de los casos de corrupción de los políticos o la puesta en práctica de medidas que recortan derechos ciudadanos logrados con esfuerzo, sudor y sangre no sugieren la necesidad de una permanente vigilancia sobre el comportamiento de los gobernantes?
Nuestra respuesta es afirmativa y no limita la participación ciudadana al ejercicio del voto, sino que anima a la participación para contribuir a sanear la democracia, mejorar su funcionamiento y poner en práctica un derecho, reconocido en las Declaración de la ONU y en las Constituciones de todos los estados democráticos.
REVISEMOS NUESTRA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
ARTICULO 21 DE LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE NACIONES UNIDAS :
1. “Toda persona tiene derecho a participar en el Gobierno de su país, directamente o por medio de …”
2. “La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público”
En muchas reuniones, Jornadas, Congresos, etc. para una u otra causa, es interesante cuánto podemos alargar la teoría y las reflexiones más o menos “sesudas”. Esto no es despreciable sino todo lo contrario: la reflexión y el debate, sobre todo cuando lo practicamos con buenas maneras: respeto a la palabra de los demás, escucha, argumentar… son extraordinariamente positivas. Pero cuando llega el qué hacemos, qué pistas o caminos, cómo y cuánto de aquello que estamos tratando, la corriente del diálogo se frena y es relativamente corto y rápido el tiempo que le dedicamos. Concretar el quehacer es más complicado.
¿Nos ocurre esto a muchos? ¿Nos resulta difícil participar en los cambios que nuestra sociedad requiere aunque sea modestamente? ¿o es que nos hemos o nos han convencido de que no hay nada que hacer? ¿no queremos? ¿no podemos? ¿estamos mayores? ¿o es que en casita se está mejor?
No vivimos en el mejor de los mundos, la justicia y la fraternidad no están logradas. El Estado de Bienestar que tantos años costó construir lo están rebajando peligrosamente (como ejemplo 800.000 personas, en su mayoría emigrantes, fuera del sistema sanitario ordinario); oímos voces de personas “importantes” que dicen que no será restaurado. Y no les interesa que participemos, es más fácil aplicar cuanto quieren sin molestias. En algunas manifestaciones pacíficas han utilizado la fuerza y una fuerza desproporcionada. Han liquidado el Articulo 21 de la Declaración de DDHH con abusos indiscutibles (hay pruebas documentadas).
Planteamos una sencillísima pregunta : ¿Les dejamos hacer? Estamos convencidos de que es posible construir salidas para recomponer, para mejorar, para cambiar esta sociedad. Hace falta querer participar en estas tareas, hay mucha gente haciéndolo en grupos de distinto signo, en la calle, en internet … Participar de uno u otro modo está al alcance de la mayoría.
Una convicción y a la par una evidencia: Los países con sociedades civiles vertebradas, organizadas en multitud de estructuras interrelacionadas entre sí, democráticas, controlan a sus políticos o pueden hacerlo, pueden colocar en la parrilla política a representantes que merezcan ese nombre, pueden hacer frente con más éxito a la dictadura del capital financiero, pueden cambiar múltiples “pequeñas cosas” que representan el bienestar real de la población en el día a día : La lista de pequeños y grandes éxitos logrados con la participación popular, política, vecinal, ciudadana… sería muy grande. Sin el compromiso de muchos/as a lo largo del tiempo ¿qué sería de nosotros?
Simplemente, no hay excusa para el compromiso.