Conferencia de Comisiones de Justicia y Paz de Europa
Un Reto para las Sociedades Europeas: Superar un Pasado Violento y las Secuelas de la Dictadura
Declaración Final del Seminario Internacional de Berlín
Del 20 al 22 de septiembre de 2013
El trabajo por la paz nos llama a un compromiso valiente con la realidad y la amenaza de la violencia - pasada, presente y futura. En la Europa de hoy en día la violencia de nuestro pasado pesa sobre el presente y sigue proyectando sombras sobre nuestro futuro. Para tratar de entender mejor las causas y consecuencias de esta violencia, la Conferencia de Comisiones de Justicia y Paz de Europa ha llevado a cabo en Berlín, del 20 al 22 septiembre de 2013, una reflexión sobre estos asuntos desde las experiencias concretas de Alemania.
Nuestro enfoque particular ha sido la violencia de la dictadura, la instrumentalización política del terror y la opresión, y las terribles consecuencias de la agresión de la guerra desatada por el régimen nazi. El análisis abarcó diferentes tipos de régimen, ideología y métodos. Esto nos ha llevado al que fue campo de concentración de Sachsenhausen, a la exposición Topografía del Terror en la antigua sede de la Gestapo, al museo de la Stasi, anterior cárcel de la Stasi en Hohenschönhausen, y al lugar de la futura exposición Vuelo, Expulsión y Reconciliación sobre la situación de los refugiados en Europa durante el siglo XX. A través de estas visitas, y las contribuciones de los expertos líderes en el campo, hemos profundizado nuestra comprensión sobre la naturaleza de este tipo de violencia y su impacto en las personas afectadas. Esto a su vez nos ha llevado a considerar las implicaciones actuales de este pasado, y las lecciones que debemos aprender de él para el futuro.
Durante nuestros días aquí, volviendo a trazar los pasos de las víctimas y los verdugos, la conclusión ineludible ha sido la centralidad de la dignidad humana para la paz, la justicia y la reconciliación. Reflexionando sobre el terror y la violencia a través de los ojos de las víctimas, los brutales efectos son evidentes - la destrucción de la auto-imagen de la persona, la seguridad y la conexión con la sociedad. Al ser llamados a reflexionar sobre la perspectiva de los verdugos, hemos visto también cómo la práctica de la violencia va en detrimento de la dignidad humana, obligándonos a posicionarnos tras la aceptación acrítica de normas y sistemas, pasando a formar parte de la maquinaria.
Se deduce entonces que la base sobre la que descansan todos los demás derechos humanos, la dignidad humana, debe ser el valor guía en nuestro acercamiento a los desafíos del pasado, presente y futuro. La restauración de la dignidad de las víctimas exige que escuchemos con compasión y apertura sus necesidades y exige mantenerlas en el centro de las propuestas de reconciliación. Todas las sociedades que emergen de un conflicto tienen una gran deuda de gratitud con aquellos que llevan su sufrimiento con dignidad y trabajan por el bien común de la sociedad. Existe la necesidad de garantizar que este sufrimiento no sea explotado por aquellos que desean prolongar conflictos o exacerbar las divisiones dentro de la sociedad o entre naciones, utilizando el pasado como un campo de batalla para el presente.
En este proceso hemos sido confrontados con la verdad incómoda de que la mayoría de los responsables del genocidio de los judíos en Europa no han sido llevados ante la justicia.
La mayor parte de los nazis, comunistas y otros autores de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y abusos de los derechos humanos tampoco han rendido cuentas de sus actos. Aunque nada puede compensar adecuadamente a las víctimas por lo que han sufrido, la obra de la reconciliación no puede quedarse en algo abstracto. Tiene que basarse en un análisis concreto, que exponga y tenga en cuenta los diferentes niveles de responsabilidad, siempre con una referencia más cercana a las necesidades de las víctimas y las comunidades afectadas.
Si bien no puede haber un proyecto de reconciliación, se pueden identificar algunas claras salvaguardias contra el abuso del término. Los procesos fundados en olvidar el pasado o bloquear la búsqueda de las víctimas para la verdad y el reconocimiento representan un asalto más a su dignidad humana. También se debe evitar la generalización de la culpa sin tener en cuenta los diferentes niveles de responsabilidad y el contexto en el que las acciones específicas se llevaron a cabo.
Abordar estas heridas del pasado representa un desafío para todos nosotros a nivel personal, social y nacional. Una apertura al análisis autocrítico es vital para este proceso. La reconciliación exige superar la ruptura de la confianza y restaurar y renovar las relaciones sobre la base del respeto mutuo. El miedo es a menudo un obstáculo importante en este proceso. Como individuos y grupos podemos tener miedo de exponer nuestras propias debilidades. Podemos dudar en reclamar la responsabilidad de nuestra parte en la violencia del pasado, en ausencia de la certeza de que los demás harán lo mismo.
Las iglesias tienen un papel importante que desempeñar en establecer el marco moral en el que puede explorarse y comprenderse la verdad sobre el pasado. Las iglesias deben dar ejemplo en este sentido participando en el análisis autocrítico de su propio papel, en el momento, antes, durante y después de la dictadura, basado en los valores de la verdad, la justicia y la solidaridad. Por encima de todo, las iglesias pueden señalar el camino al perdón, que ofrece la oportunidad de una nueva libertad y una profunda renovación de las relaciones. Reconocemos que el proceso de aprendizaje que hemos experimentado aquí en Berlín es parte de un proceso más amplio de aprendizaje en la Iglesia acerca de la historia, la memoria y la reconciliación. Una de las expresiones más fuertes de este proceso vino de Papa Juan Pablo II en la homilía por el Día del Perdón (12 de marzo de 2000) cuando invitó a reconocer "nuestra responsabilidad como cristianos por los males de hoy en día", pidiendo perdón por nuestra parte en la injusticia y ofreciendo perdón para esas injusticias que otros nos han infligido. En la prisión de Plötzensee recordamos el sacrificio del Padre. Alfred Delp SJ y Helmuth von Moltke, que fueron ejecutados porque sus valores cristianos eran incompatibles con las prácticas del régimen nazi.
Nuestra experiencia aquí ha confirmado el valor de la contribución hecha desde los distintos lugares conmemorativos y proyectos históricos que visitamos. Tales oportunidades educativas son de especial valor para las generaciones futuras, que de otra manera no tendrían la oportunidad de obtener una comprensión de estos eventos. Fundamentalmente, ofrecen un espacio en el que podemos educar tanto los corazones como las mentes. La experiencia de la dictadura y la guerra, donde las personas altamente educadas simplemente siguieron la lógica del sistema, es una poderosa ilustración de que la educación formal, no va a proporcionar necesariamente todas las herramientas que necesitamos para un profundo reconocimiento de la humanidad de los demás.
Nuestras experiencias en Berlín durante este seminario nos han desafiado como participantes al análisis autocrítico de nuestras reacciones ante las ofensas contra la dignidad de la persona humana en la actualidad. Reconocemos que hay lugares en nuestras sociedades donde las personas se mantienen en los márgenes, lugares que pueden, en un futuro, convertirse en memoriales de los abusos de derechos humanos. ¿Estamos simplemente esperando mientras se ofende e ignora la dignidad de los demás?
Por último, hay que reconocer que el recuerdo de ese pasado no sólo es doloroso. Nos hemos inspirado en el ejemplo de aquellos que lucharon por preservar su dignidad y la de los demás seres humanos en las condiciones más inhumanas. Se nos recuerda que incluso las dictaduras aparentemente impenetrables pueden caer y que se pueden construir nuevas relaciones a su paso. Esto se puede ver, no sólo en la historia de las naciones individuales, sino también en el proyecto más amplio de la propia Unión Europea. Estas experiencias deberían dar esperanza a otros países que están actualmente experimentando conflictos violentos, o que están emergiendo de ellos.
La Conferencia de Comisiones de Justicia y Paz de Europa desea expresar un sincero agradecimiento a todos los que hicieron posible esta experiencia: nuestros anfitriones, la Comisión alemana de Justicia y Paz; la capellanía militar de Alemania por su generoso apoyo a nuestro programa; las Fundaciones de Maximiliano Kolbe y a todos nuestros compañeros de diálogo, en especial la comunidad de Regina Martyrum, donde celebramos el momento simbólico central de nuestro seminario.