Se acerca el día del orgullo. Este es un día importante para visibilizar que la igualdad todavía no se ha conseguido y que hay todavía demasiado armario escondido y con sus puertas cerradas. He estado leyendo una entrevista realizada a Mapi León, futbolista del Barcelona y ex del Atlético de Madrid, que hizo público su lesbianismo, y tiene razón cuando habla sobre los pocos futbolistas que han hecho pública su homosexualidad. El miedo al rechazo, a los insultos, a la homofobia todavía está muy presente en nuestra sociedad, aunque se hayan alcanzado muchos derechos que parecían imposibles de lograr como el matrimonio homosexual.
Esto me lleva a preguntarme cuántos niños o niñas sufren acoso por su orientación sexual, cuántas personas siguen manteniendo silencio o presentando a su pareja como un amigo o una amiga por miedo al rechazo, cuántos trabajadores o trabajadoras se han sentido discriminados cuando se ha hecho pública su condición sexual. Incluso, muchas de las personas que se muestran abiertas ante la homosexualidad de los desconocidos, cuando les toca de cerca, en algún familiar o amigo, no saben cómo encajarlo o sienten vergüenza y rechazo.
¡No! Todavía no estamos en una sociedad que acepte la homosexualidad. Todavía queda un camino por recorrer. Y nosotros podemos hacer algo en nuestro día a día: no secundemos los insultos ni riamos los chistes homófobos, cuando se den conversaciones en las que se hable mal de los homosexuales no nos callemos, hablemos, y si no nos atrevemos por lo que sea, por lo menos larguémonos para hacer visible nuestro desacuerdo, apoyemos a las personas LGTBI de nuestro entorno y mostrémosle nuestro cariño. Y una cosa importante, dejemos que nos duela su dolor.
Es importante caminar hacia la igualdad. Es necesario ver con naturalidad los comportamientos de las personas homosexuales. Si no nos molesta que un chico y una chica se besen por qué nos tiene que molestar que dos chicos o dos chicas se besen. La privacidad que les exigimos a unos, a las personas homosexuales, no se la exigimos a los otros. Si no nos molesta que un chico y una chica vayan de la mano por qué nos va a molestar que dos chicos vayan agarraditos. Es nuestra mirada la que es sucia no sus gestos ni sus muestras de cariño.
Igualmente es necesario normalizar nuestras relaciones. ¡Qué más da que mi compañero o compañera de estudios, de trabajo, sea de una u otra orientación sexual o transexual! ¡Qué más da que lo sea la persona con la que hago deporte o me doy un paseo! ¡Aunque tuviésemos que compartir vestuarios! Eso no cambia la propia orientación ni nos tiene que llevar a sentirnos amenazados. Estas cosas, que parecen tonterías, todavía no están superadas.
¡Y qué decir de nuestra Iglesia! ¡Cuánto tiene todavía que cambiar! ¡Cuánto tiene que caminar! Es una responsabilidad para los que nos consideremos creyentes, sea el que sea nuestro estilo de vida, el luchar y trabajar para una mayor visibilización de la misma en la Iglesia, una mayor normalización y un cambio en la visión de la Iglesia sobre esta realidad. Todos somos hijos e hijas de Dios. Dios nos quiere como somos y quiere que nos desarrollemos y plenifiquemos como personas y no podemos hacer esto al margen de nuestra sexualidad aunque algunos o algunas se empeñen en lo contrario.
Es responsabilidad de todos y de todas, y por tanto también de cada persona, el compromiso por una sociedad más humana e igualitaria, en la que todos y todas tengamos los mismos derechos y las mismas posibilidades de poder desarrollarnos como personas desde lo que somos y no desde lo que otros quieren que seamos.
Javier Aguilera
Delegación de Sevilla