Nuestro voluntario Jesús Sánchez-Vera ha regresado hace poco de Camerún, donde ha estado todo el mes de septiembre. Con su energía imbatible, la sabiduría de un hombre que pisa tierra y es capaz de soñar que un mundo mejor siempre es posible, y el entusiasmo que lo caracteriza, nos relata su experiencia.
“Como otras muchas personas deseaba tener una experiencia en el campo de la cooperación internacional, pero diversas razones me lo impidieron durante mucho tiempo, sin embargo, en 2019 llegó el momento y tras realizar el curso de voluntariado en la Asociación Verapaz, decidí viajar a Camerún, donde las Hermanas Dominicas de la Congregación de Santo Domingo gestionan dos hospitales, uno en Yaundé y otro en Obout. La incertidumbre inicial de no conocer dónde me dirigía, qué me iba a encontrar, cual iba a ser mi misión y un montón de preguntas más no me impedía tener una sensación de curiosidad y de ganas por comenzar mi experiencia de cooperación.
Al aterrizar en el aeropuerto de Yaundé comencé a tener las primeras sensaciones que produce el contraste entre países tan diferentes como España y Camerún, esta sensación la había olvidado desde la última vez que viajé a la región, hace ya casi 5 años; en primer lugar notas que los sentidos se despiertan, principalmente la vista, el oído y el olfato ya que todo es diferente a lo que estás acostumbrado a ver; en segundo lugar también se agudiza la agilidad mental, ya que debes procesar toda esa información sensorial y analizarla correctamente.
A las 2 horas de aterrizar llegué a la casa de voluntarios donde me iba a alojar y tras pasar la noche me dirigí a mi primer destino, el Centro Dominicano San Martín de Porres, en el barrio de Mvog-Betsi de Yaundé, allí trabajé durante los primeros quince días ayudando a la dirección del centro en labores de gestión de la infraestructura y de planificación de proyectos, los días pasaban rápido sin que tuviera tiempo de pensar más que en lo que tenía pendiente para el día siguiente.
Sin embargo, fue en la misión de Obout, al sur del país donde me pareció que el trabajo realizado se hacía más necesario, una misión con un internado de niños y otro de niñas, un colegio, el convento de las Hermanas y un pequeño hospital local. Los problemas de abastecimiento de agua y energía son constantes y no están garantizados como aquí estamos acostumbrados; allí colaboré para automatizar el bombeo de agua y aumentar estas reservas para el complejo, también pudimos solucionar algún problema con la instalación eléctrica y hacer algunos apuntes para la clasificación y tratamiento de residuos.
De toda esta experiencia he sacado una serie de conclusiones que me gustaría transmitir, fruto de mi propia percepción y que no necesariamente se tiene por qué estar de acuerdo con todas ellas:
- La primera es que es necesario estar abierto e intentar pensar con la mentalidad local, esto significa estudiar previamente el país, la cultura y las costumbres de donde se va a viajar.
- Es muy conveniente actuar con cierto grado de prudencia, pero que no impida poder divertirte moviéndote libremente en tu destino.
- También es conveniente estar muy abierto a lo que personalmente se pueda aportar, cuanta más experiencia profesional se disponga mayor podrá ser la aportación que se realice.
- No hay que tener miedo a fallar, el miedo produce parálisis y el objetivo de la cooperación es el de avanzar.
- Trabajar 12 horas diarias no cansa si esto se hace con ilusión y alegría.
- Se deben aprovechar todas las oportunidades de hacer algo diferente, comer o beber algo distinto, conocer otras personas, etc, etc
- Se debe ser siempre positivo y buscar la parte buena de todas las experiencias y aprender de ellas.
- El proyecto nunca acaba, si tú decides descolgarte el proyecto continúa.
Realmente es al llegar de vuelta a casa cuando se perciben todos los beneficios que se han obtenido de la experiencia de cooperación y que provocan una sensación de fortaleza y capacidad de hacer frente a todo que es difícilmente descriptible.