Hace pocos días un bebé de seis meses perdía la vida en las frías aguas del mar, otro niño se quedaba sin madre allí también, … y todos nos estremecemos ante el horror repetido en tantos que pierden su vida buscando una vida un poco mejor, al menos.
¿Qué mundo ofrecemos a nuestros pequeños? "¿Dónde está tu hermano?"- le preguntaba Dios a Caín. Sabemos demasiado poco de fraternidad en esta espiral de ambición, egoísmo e intereses propios que pretendemos disfrazar de igualdad, democracia y solidaridad.
Pero no podemos dejar de intentarlo, día a día, abrir pequeñas puertas de esperanza y dignidad, que acojan y se hagan responsables el otro, de ese bebé caído al agua, del que se ha quedado huérfano, del que es explotado de tantas formas.
Naciones Unidas celebra el Día Universal del Niño el 20 de noviembre, fecha en la que la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración de los Derechos del Niño en 1959. Esta declaración, que no tenía legalmente carácter vinculante, no era suficiente para proteger los derechos de la infancia. Tras diez años de negociaciones con gobiernos de todo el mundo, líderes religiosos, ONG y otras instituciones, se logró acordar el texto final de la Convención sobre los Derechos del Niño, el 20 de noviembre de 1989, cuyo cumplimiento se supone que es obligatorio para todos los países que la han firmado.
El objetivo del Día Universal del Niño es recordar que los niños son el colectivo más vulnerable y, por tanto, el que más sufre las crisis y los problemas del mundo. Todos los niños tienen derecho a la salud, la educación y la protección, independientemente del lugar del mundo en el que hayan nacido.
Este y todos los días, lamentablemente, hay que hacer un llamamiento mundial sobre las necesidades de los más pequeños y también reconocer la labor de las personas que cada día trabajan para que los niños y niñas, en cualquier parte del mundo, tengan un futuro mejor.