El sábado 28 de noviembre, y dentro del curso de voluntariado organizado por REDES Sevilla, Belén Sánchez y Javier Aguilera dimos una charla, en forma de diálogo, titulada “Desde el compromiso creyente al voluntariado para la transformación social”.
El hilo conductor de la charla-diálogo fue la parábola del buen samaritano. Por medio de dicha parábola quisimos interrogarnos por nuestra manera de actuar en nuestra realidad y con las víctimas y sufrientes de nuestro mundo. ¿Somos de los que rodean y pasan de largo? ¿Somos de los que tratan de conocerla, amarla y actuar en ella para transformarla?
Dios que ve la sangre del inocente que sube hasta Él; Dios que escucha el clamor de su pueblo que sufre la esclavitud; Dios que decide encarnarse y denunciar todos los poderes que oprimen al ser humano ya sea el poder político, económico, social o religioso; Dios que da y pone vida allí donde hay muerte; ese mismo Dios, cuenta con nosotros para llevar a cabo su proyecto de liberación.
Para ello, no estamos solos, cantidad de hombres y mujeres de diferentes ideologías, creencias, culturas… quieren y luchan por esto mismo. Desde esta parábola, donde se encuentran el judío y el samaritano, se nos invita a encontrarnos con los demás, para unir fuerzas, para enriquecernos en la diversidad, para apoyarnos mutuamente y caminar juntos. Y se nos invita a hacerlo preferentemente con las personas afectadas por la opresión. No somos salvadores de nada ni de nadie, sino que vamos a caminar junto con ellos para, juntos, crecer en humanidad.
Y no nos podemos olvidar en este camino de los pasos que la propia parábola nos invita a dar: pararnos, mirar y ver, hoy podríamos hablar del análisis de la realidad, acercarnos y actuar en ella para transformarla, poniendo para ello no lo mínimo sino lo máximo de lo que somos y tenemos, como hizo el buen samaritano con el judío apaleado.
Para terminar este pequeño escrito, decir que fue un rato en el que, tanto Belén como yo, disfrutamos, compartiendo con los participantes en el curso lo que nos dice nuestra fe en nuestro compromiso creyente.
Javier Aguilera