El sacerdote y escritor Quintín García, de la comunidad de Dominicos de Babilafuente, ha remitido a Salamanca RTV un poema, “Elegía por un paisaje de sombras asesinadas en el mar”, en homenaje a los inmigrantes ahogados en las costas italianas de Lampedusa.
elegía
por un paisaje de sombras
asesinadas en el mar
Quintín García
“Éstos, ¿no son hombres?
¿No tienen almas racionales?”
Sermón de ANTONIO MONTESINOS
a los primeros conquistadores de América
elegía
por un paisaje de sombras
asesinadas en el mar
Acto 1º
Aún a lomos de su cabalgadura
el juglar de la noche relincha
cartografías y aguas abisales, agrios
guarismos de sombras y vísceras
regresados del fragor asesino del mar
y sus patrones:
señores,
diez mil naos con sus guarniciones
de asalto chocan
contra los acantilados y fenecen
antes de llegar a Ítaca.
O sus cuerpos y almas, devastados,
arden en las alambradas y altas
almenas con que nuestras Autoridades
nos defienden de los salteadores
y leprosos mientras se beben
con bacardí un concierto de vihuelas
y cruces y medallas para honrar
la memoria conquistadora
de la Patria.
¡Derramemos –dice el juglar-,
una lágrima, dos, por ellos,
por quienes son exterminados
bajo el cascarón derruido de su sino!
Acto 2º
Yo me persigno, pobrecillos, vienen
huyendo, míralos, míralos, -¿cuándo
cenamos, Luisa?, es hora-.
Mientras
me recupero del mensaje cifrado
del juglar, ¡ay!, voy ordenando
la muda orografía gris de los platos
en derredor de la mesa y miro
receloso en la distancia el escaparate
de orlas fúnebres por si me asalta
la cárdena mordedura
de sus muertes:
Del hontanar catódico se yerguen
herrumbrados fantasmas, espectros
sin derecho a nombre y apellidos, sólo
ceros y ceros como geranios fenecidos, minotauros
quebrados por la luz cenital
de la noche más oscura, fugaz linaje
huyendo de la nada hacia la nada.
Presiento por mi espalda una turbamulta
de alacranes, el eructo ronco
de los buitres que olfatean el aire
turbio de una carne tan triste.
Acto 3º
Se le han quedado mudas las palabras al juglar, hueras
las palabras. Sobre mi mesa dispuesta para el ágape
repican los cuchillos contra los tambores hechos
con la piel de los antiguos esclavos, las cucharas
declaman a cuatro voces mixtas el húmedo
pregón del Dies irae.
Y yo
fabrico hachones malvas en su honor
con las manecillas del reloj
varado en esta hora avergonzada
de las 9 de la noche (¿cuándo
cenamos, Luisa?) para poder
ingresar en el fúnebre rito:
Inician el desfile los ceros sin nombre
contra el ventanal amargo amontonándose,
entrechocando perfiles por salir
los primeros a decir sus palabras
de ceniza. Bailan los ceros una danza
de sonidos sin sílabas; bailan
sobre las aspas en cruz que marcan
en la esfera ritual las 9 de la noche -vertical
revelación horizontal y repetida- seis millones
de ceros sin nombre, sólo un número
sobre el prestado sudario, el 0,
y escuetamente, en sobreimpresión,
la signación de las patrias: Etiopía,
Mali, Mauritania, África Occidental….
Un hilo de pesares ensayados zurce
en rojo y violeta el crespón
de sus lejanas fotografías sin ojos
con que ameniza la ensalada de puerros
mi mujer sobre el mantel purísimo, verdes,
blancos, purísimos; cárdenas,
sanguinolentas, sus miradas
raptadas por el éter, yertas.
Apaga eso,
cariño, nosotros
somos vegetarianos.
Acto 4º
Apagué. De regreso
se me habían quedado
asidas a los dedos como lapas
a la herrumbre de un barco
las sombras fantasmales de esos
ceros inertes, de pie
sin piernas sobre la redondez
de la mesa camilla, blanca, purísima,
sobre la redondez herida de la tierra
que limita a las 9 de la noche
con mi plato de puerros, fusilados, verdes.
Echa aceite, cariño, se me han quedado
secos, hoy los niños no vienen, están
haciendo surfing con el colegio.
Acto 5º
Cesan en el sopor asustado de mi vientre
las voces de la Farsa, el baile
gris de las máscaras, sólo números,
tibios, fusilados, verdes como los puerros,
glaucos los ojos del miedo que persigue
a los ciervos al amanecer por las sabanas
sin dioses protectores; sabe
su carne amarga de zarzamoras
a destiempo, qué asco
casi cruda, violeta, amarga. Pon
El Tiempo si quieres, cariño, quizás
haya olas sobre el Atlántico
y corran peligro nuestros hijos.
Acto 6º
Señores, hasta mañana, cortó
el juglar. Felices sueños.
(Y soñé, sí. Pero al despertarme
aún seguían de pie, ensoberbecidas,
las patrias. Y huían
de sí mismos los cadáveres)