EXIGIR DIGNIDAD

La costa de Lampedusa se ha convertido en un inmenso cementerio. En el terrible naufragio del que todos tenemos datos, fotos y dolor la cifra oficial de muertos, hoy día es de 364 personas. Pero las cifras –siempre aproximadas- señalan que más de 8.000 han muerto frente a esta isla en las últimas dos décadas y unas 1.500 personas se ahogan cada año en el Mediterráneo según datos de Naciones Unidas. En este accidente escapaban de sus países porque huían de la muerte por la guerra o el hambre. Eran fugitivos. Venían de Eritrea y Somalia, países destruidos donde ya no se puede vivir. No puedo menos que recomendaros ver en el diario El País de 13/10/13 la fotografía de varios náufragos jóvenes trasladados en un autobús, la expresión de sus ojos, bocas muy cerradas, dolor en el más adulto e inquietud o angustia en los más pequeños. Foto extraordinaria y terrible.

portada3

El colmo de la vergüenza se publica el 6 de octubre: ”solo los muertos pueden quedarse en Italia, se les concede la nacionalidad. Los supervivientes son acusados de inmigración clandestina…“ El primer ministro Italiano anunciaba las nacionalización de los fallecidos y la Fiscalía de Agrigento acusaba a los supervivientes.

El papa Jorge Mario Begoglio exclamó tras el accidente: “¡qué vergüenza!” Y unas semanas antes en su visita a la isla advirtió que “la globalización de la indiferencia se hace allí carne y sufrimiento”.

Hasta aquí el horror de morir en la desesperación de la huida y la negación de ayuda o ayuda tardía. Pero hay mucho más: es un robo de la dignidad (consustancial al ser humano), es pura indignidad. Las leyes italianas contra la inmigración que escandalizan falsamente a muchos no arrancaron en ese país sino en Bruselas; el Consejo Europeo aprobó en 2002 –hace ya once años- a instancia de Francia una directiva que permite a los Estados miembros sancionar a quienes asistan a inmigrantes irregulares. Criminalizaron la ayuda cuando todavía Europa estaba en periodo de vacas gordas y derroches espectaculares. Y en 2008, ya con la economía maltrecha, se aprobó otro marco conocido como la “directiva de la vergüenza” que fija reglas para expulsarlos y posibilita que permanezcan en Centros de Retención (la mayor parte auténticos calabozos masificados) hasta 18 meses.

A las trágicas guerras de unos países, a seres humanos perseguidos por gobiernos dictatoriales, a personas con hambre, se les cierran puertas y ventanas, no hay salidas dignas. Se fomenta la hostilidad y el recelo. Algunos “sesudos” europeos hablaron hace años de la emigración como fuente de progreso y hoy son vistos como amenaza de Europa. Queda, según tengo entendido, una voz discrepante al interior del Gobierno Europeo: la sueca Cecilia Malmström, comisaria europea de interior que insiste y defiende que este continente necesita más inmigrantes para preservar su modelo y que se deberían pactar estrategias.

portada4

Y se produce un consuelo en medio de esta tragedia: reaparece la dignidad humana en los habitantes de Lampedusa. Muchos de sus habitantes se manifiestan por sus calles con una cruz hecha con restos del naufragio, gritan con dolor y rabia : “los próximos muertos os los llevaremos a las puertas del Parlamento.” “Nosotros a los inmigrantes queremos acogerlos vivos, no muertos”.

No cabe otro comentario : los actuales Gobernantes europeos (incluyendo a los nuestros por supuesto) no son sólo mediocres, son destructores, incapaces de desarrollar políticas acordes con los Derechos Humanos, pactos estratégicos para la paz, para el desarrollo, para la seguridad y salvamento. De poco vale lamentarnos de tanta hipocresía, de directivas xenófobas. Italia no es el único país que las ha adoptado, hay por ejemplo 15 países europeos que penalizan a quienes alquilen viviendas a indocumentados… La vergüenza está muy extendida.

¿Qué camino nos queda? Indudablemente las formas concretas son un abanico pero la propia senda es exigir dignidad, defender a toda costa la dignidad de las personas, de todas. Allí donde nos encontremos y con los medios de que dispongamos exigir dignidad y desarrollar la solidaridad son las tareas. Convencidos de que somos dignos, valiosos, nuestra autonomía ejercida en decisiones libres es un potencial con el que nacemos y que nadie debe destruir. Menos aún gobernantes ineptos, destructores e injustos.

Adriana Sarriés

Acción Verapaz Madrid