Carta de Santiago Rodríguez, PP. Blanco, Misionero en R.D Congo durante más de 40 años. Su destino ahora es Roquetas del Mar (Almería). Y en torno al problema del ébola nos escribió la siguiente carta:
Queridos amigos y familiares:
Nuestra África querida, la sempiterna olvidada, se puso de moda este verano y saltó al primer plano en todas las cadenas de TV y en las primeras páginas de todos los periódicos. El terrible virus del Ébola había infectado a un misionero español en un hospital de Monrovia. Luego vino el gran espectáculo mediático de la repatriación de nuestro hermano Miguel Pajares con todo el despliegue impresionante de medios. Su muerte, ya en Madrid, nos sorprendió y nos sumió en una grande frustración.
Os confieso que yo que acababa de volver del Congo viví todo esto con una gran perplejidad. No entendía nada. Recordaba el poco ruido que hicieron aquellas cuatro Hermanitas de los Pobres que están enterradas en tierra congoleña, víctimas del Ébola, junto a otras víctimas a las que ellas trataron de salvar. Los misioneros en África morimos de lo que toca y cuando toca: enfermedad, violencia, catástrofes naturales, accidentes de avión o naufragio de una barcaza en algún río. Lo sabemos, lo asumimos y lo vivimos con la naturalidad con la que lo vive el pueblo con el que hemos querido compartir nuestra vida. Nos sentimos privilegiados y podemos tener mala conciencia porque nosotros no nos falta nada necesario para vivir mientras que a ellos, a esas personas con las que queremos compartir les falta. Ellos mueren de lo que nosotros no morimos; mueren por no tener lo necesario y esto sí que es peor que el ébola. No tienen el dinero contante y sonante que necesitan para ir al médico, hacerse unos análisis, las curas de una llaga, una operación quirúrgica por sencilla que sea. No pueden acudir a un Centro de Salud si no disponen en mano de al menos 30 euros para la consulta más sencilla con laboratorio y farmacia. ¡Una fortuna para millones de personas! Esto es el hambre; no es que la gente no coma, es que después de comer poco no les llega para cuidar de su salud.
El ébola, sí, es terrible y las noticias que nos llegan son cada vez más alarmantes pero no es “el problema” de Africa. Es cierto que la enfermedad ha hecho ya más de 4.000 víctimas y son demasiadas. Pronostican que habrá muchas más en los próximos meses. Pero los muertos en África se cuentan por millones: víctimas de la violencia consentida, si no favorecida, por esos mismos países que ahora vuelan en ayuda a los enfermos de ébola. No nos equivoquemos; a la “Jauría internacional” (por no llamarla Comunidad) no le interesa el desarrollo ni el bienestar ni el progreso de África. Prefieren verla como un cuerpo inerte al que se le puede expoliar sin demasiada mala conciencia.
Pero no nos van a matar. Ni el ébola, ni el sida ni la malaria, ni los países carroñeros del Occidente cristiano ni los locos fundamentalistas del jihad islámico ni las vallas con cuchillas de Melilla. África posee la fuerza de la vida, de la sonrisa, de la esperanza de su capacidad de sufrimiento y sobre todo de su Fe en Dios grande que hace maravillas. “Nzambe azali monene” decimos en Kinshasa. Dios es grande!.