Mis recuerdos de República Dominicana
No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor.
Teresa de Calcuta
Este verano, gracias a Acción Verapaz, viví mi primera experiencia como voluntaria. Fue en El Seibo, República Dominicana. Tuve la suerte de coincidir con dos compañeras con mucha más experiencia que yo: Maite y Belén, que me ayudaron mucho y se han convertido en grandes amigas. Los padres Miguel Ángel y Anselmo nos acogieron e hicieron que nos sintiéramos como en casa durante toda la estancia.
Para mí la experiencia consistió fundamentalmente en conocer otra realidad y en salir de mi burbuja. Supuso un contacto intenso y constante con la gente de El Seibo: con los trabajadores de Radio Seibo principalmente y con mucha más gente.
Santa Cruz del Seibo, más conocida como el Seibo, es una capital de provincia que se encuentra en el este del país. Si me tengo que quedar con algo de allí es con sus gentes: su hospitalidad, su sonrisa permanente y su alegría contagiosa. La familia dominica lleva muchos años en el Seibo. Acción Verapaz ha liderado muchos proyectos y participado en otros. Puede destacarse el dispensario médico “Fray Luis Oregui”, en el que se facilitan medicinas a un precio muy bajo, se pasa consulta y se realizan análisis clínicos.
Acción Verapaz también ha participado en el proyecto de agricultura “Nuestra Señora de Covadonga”, en el que se crían animales y se cuenta con varios invernaderos. Da trabajo a varias personas. Era un placer pasar tiempo allí.
En cuanto a nuestro día a día, lo cierto es que no había dos días idénticos y tuve la posibilidad de participar en varias actividades totalmente nuevas para mí y de las que he podido aprender muchísimo: la radio, la cárcel, los bateyes.
Radio Seibo es la radio local regentada por los dominicos y nuestra segunda casa. No es una radio al uso: es una radio que escucha, está llena de vida, la parte humana es la más importante y es la voz de los más desfavorecidos.
Participábamos a diario en un programa matinal con el padre Anselmo: “La Palabra de Dios, hoy”, en el que leíamos y comentábamos el evangelio del día así como algún fragmento de la encíclica de Francisco “Laudato Si”. A veces también colaborábamos con el espacio “El bloque familiar”, en el que se trataban temáticas diversas y se daban consejos diversos a las familias. Nos centramos mucho en la protección del medio ambiente, tema puesto de relieve en la última encíclica, en la que el papa exhorta al mundo a preservar la Tierra, insistiendo en que el deterioro afecta de manera especial a los más débiles. En la búsqueda de contenidos yo misma aprendí muchísimo.
Tuve la oportunidad de conocer un mundo tan duro como el de la cárcel, en concreto “la Fortaleza”, en el Seibo, y la cárcel de Najayo, a sólo unos kilómetros de la capital. La prisión local del Seibo impacta: hacinación, abandono y soledad son las palabras que mejor definen el ambiente en el que viven sus internos. Durante nuestra estancia se produjo un incendio en una de las celdas en el que muchos reclusos perdieron sus bienes más básicos como colchones o ropa. Una pérdida que la institución a duras penas podía compensar, por lo que se hizo un llamamiento desde Radio Seibo. Nuestras visitas también consistían en acompañar al equipo de pastoral penitenciaria en la catequesis semanal, en cuya preparación participamos en alguna ocasión.
Los bateyes son las poblaciones que se forman alrededor de los campos de caña azúcar, trabajados mayormente por haitianos. Tuve la oportunidad de conocer La Higuera, en El Seibo, y la Siria, cerca de Quisqueya. En ambos bateyes se han instalado religiosos para apoyar la vida difícil de los haitianos que residen allí. Unas monjas de Haití mantienen un acogedor hogar para ancianos en la Higuera. En la Siria, los “Petits Frères de Sainte Thérèse” se han trasladado con ellos para enseñarles a cultivar huertos y mejorar así su alimentación. En ese batey, sus habitantes no tienen acceso al agua, motivo por el cual Acción Verapaz tiene el proyecto de construir un pozo para que la población pueda abastecerse y comenzar así una vida mejor.
¿Y qué más decir? Desde luego que la experiencia no puede resumirse en un artículo, pues son muchas las vivencias, las personas y las anécdotas que se me vienen a la cabeza y que mis compañeras y yo recordaremos: la fiesta de Santo Domingo en Caciquillos, el taller en el campo pasado por agua, la excursión a Miches, el control para entrar en la cárcel, los guisos de Ada, las conversaciones durante la comida… Lo cierto es que parecíamos una familia y lo echo de menos.
Sólo puedo dar las gracias a Acción Verapaz, a Anselmo, a Miguel Ángel, a Maite y a Belén y a toda la gente que he conocido en este viaje por haberme dado tanto.
Cristina Rodríguez