José en R. Dominicana

Yo nunca había cruzado el charco.

Salí de Madrid para la República Dominicana sobre las cinco de la tarde y aterrizamos hacia las nueve de la noche, cosas de los husos horarios.
 
Me estaban esperando el padre Anselmo y Raquel, una voluntaria de Selvas Amazónicas, y nos fuimos para la residencia en el Seybo, capital de la provincia de su mismo nombre.

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En mi primer día ya colaboré en un programa de radio, todos los días en directo y con participación de los radioyentes, luego venía el desayuno. El programa se emitía de siete a ocho de la mañana.

Después marchaba con Anselmo a Villa Guerrero, donde estuvimos construyendo una casita que se entregaría a alguna persona necesitada. Sin querer me accidenté en los trabajos de la casita pero seguí trabajando como podía. También participé en los trabajos de la finca, donde se cultivaban pimientos, pepinos sandías, berenjenas, etc. en invernaderos.

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Otra actividad eran las visitas a la cárcel con Joana, que se encargaba de la pastoral. Visita de un hondo calado humano y de reinserción social.
 
Con Raquel otros días visitábamos a las familias con hijos que tenían las distintas becas de ayuda con libros uniformes o transporte. La mayoría vivían bastante alejados y nos trasladábamos en moto.

Todo dentro de una acogida muy cálida y cariñosa. Te ofrecen todo lo suyo con una alegría impresionante. Compartí con ellos varias celebraciones y es una maravilla ver cómo dentro de la penuria que hay están contentos y alegres. Son felices de poder disfrutar de lo poco que tienen y compartirlo.

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Acostumbrado a este mundo en que estamos aquí, mi experiencia y reflexión es que lo vivido es una cosa única, por la humanidad, el cariño, la alegría contagiosa, las ganas de vivir... Una experiencia maravillosa a pesar del dichoso accidente.

José Rodríguez