Como de costumbre nuestro querido colaborador Rafael Marco nos escribe desde Níger. En esta ocasión nos entrega dos testimonios de superación de dos estudiantes del CIES (Centro de invidentes de Gaya), Abdoul y Kalilú, dos promesas sin límites, como la de sus veinte compañeros, sobre todo sabiendo de dónde vienen, por los que merece la pena apostar. Nos dice Rafa: "No lo tienen fácil, pero van cargados de energía e ilusión, se les ve, se les siente y es lo que cuenta en definitiva. Os lo envío tal como me lo han entregado traduciéndolo al español lo mejor que he sabido".
Te presentamos la historia de Abdoul Aziz, de catorce años, empezó la escuela recientemente, pero es tan inteligente y decidido, que nos habla así:
In Shala
Me alegro mucho de que penséis en mí para perfeccionar los estudios y un día pueda ser un hombre de provecho. La última vez me hablasteis de la posibilidad de enviarme a Dosso o Parakou con ese objetivo.
Me dijisteis que lo pensara y es lo que he hecho durante estas últimas semanas. Finalmente creo que, después de la información que he ido recogiendo creo que lo mejor es que acepte vuestra invitación agradeciéndoos que hayáis pensado en mí y luego creo que lo mejor es que vaya a Parakou, porque según tengo entendido allí podré también practicar y estudiar música, que me encanta. Yo soy un apasionado de la música y os prometo, “In shallah”, que si voy allí y puedo estudiar volveré con el diploma más chulo que haya.
Muchas gracias por todo lo que hacéis, que Dios dé larga vida al Centro.
Abdoul Aziz
Enfadado y con razón
Hoy he tenido la alegría de constatar el regreso a la escuela de Kalilú después de aproximadamente una semana de ausencia. Kalilou decidió abandonar la escuela después de que varios de sus camaradas le insultasen tratándole de ciego, danawo o koubey koy, rey de la oscuridad, en djerma. Enfadado, el pequeño Kalilu dejó de ir a clase prefiriendo, según decía, dedicarse a la mendicidad por las calles que ser insultado por sus propios compañeros.
Nos lo dijo su maestro y decidimos ir a verlo a su casa, el presidente y el secretario de nuestra organización, y hablar con su familia. Entonces nos enteramos de que era huérfano y que vivía con su hermano mayor. Hablamos con el niño y su hermano que nos prometió hacer todo lo posible para que regresase a la escuela mientras que nosotros tuvimos que hablar a continuación con los maestros, familiares y camaradas y convencerles para que evitasen esos insultos o expresiones que pudieran molestarle porque un minusválido tiene tanto derecho como cualquiera a ser respetado y tratado con dignidad en la sociedad; además trataremos de que vuelva otra vez el profesor que vino de Niamey, M. Makki Hassana, ciego también, a seguir la formación de maestros y alumnos y sensibilizarnos sobre la dignidad de un invidente.
Rafael Marco